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Lo correcto, no lo popular

Puede que mi papá se vaya de la Casa de Nariño con baja popularidad, pero con conciencia tranquila.

En varias ocasiones le he oído decir a mi papá que un gobernante debe hacer lo correcto, no lo popular. Y ahora, tan solo a unos meses de terminar su gobierno, puedo constatar que siempre ha actuado bajo ese principio, así le haya costado tener una baja favorabilidad. La realidad es que la mayoría de las veces lo correcto no coincide con lo popular, sobre todo en un país con tantos problemas como Colombia. Sin embargo, hay algunos casos en que hacer lo correcto sí es popular.
En educación, por ejemplo, tuvo el sueño de convertir a Colombia en el país con la mejor educación de América Latina para el año 2025. Por esa razón, el presupuesto para educación se convirtió, por primera vez, en el más grande de todos. Así mismo, los programas Ser Pilo Paga y De Cero a Siempre han sido un éxito ayudando a casi 40.000 jóvenes acceder a educación superior y brindándoles atención integral 1.260.000 niños. Mejorar la educación y ayudar a los más vulnerables fue lo correcto y a la vez, lo popular.
La revolución en infraestructura que estamos viendo por todo el país, como las carreteras 4G y los nuevos aeropuertos, era una necesidad para nuestro desarrollo y competitividad, y algo que veníamos reclamando desde hace años. Las más de 270.000 viviendas gratis, urbanas y rurales, que quedarán entregadas antes de terminar el gobierno, también fueron fundamentales para reducir los índices de pobreza y ayudar a miles de familias. Son decisiones que tuvieron gran acogida.
Pero estas son las excepciones, no la regla. Normalmente, un presidente tiene que tomar las decisiones más difíciles, y estas no son entre lo bueno y lo malo, sino entre lo malo y lo peor.
Por la caída de los precios del petróleo en el 2014, la nación pasó de recibir 23 billones de pesos anuales a no recibir ni un solo peso. Esta crisis se afrontó presentando una reforma tributaria, que, sin lugar a dudas, es lo más impopular que puede hacer un gobernante. Pero había que pensar en el largo plazo y hacer lo correcto. Había que mantener la regla fiscal que nos ayudara a conservar el grado de inversión y, por otro lado, no hacer recortes a los programas sociales que tanto han ayudado a combatir la pobreza.
Cuando mi papá comenzó su presidencia tenía un mandato: acabar con las Farc, y cumplió. Mantuvo la presión militar que fue clave para llevarlos a la mesa de negociación. Fueron dados de baja ‘Alfonso Cano’, el ‘Mono Jojoy’ y 53 cabecillas más. Él habría podido continuar con esa guerra que disparó sus índices de favorabilidad cuando era ministro de Defensa y al comienzo de su gobierno, pero que también tenía disparado el número de muertos, heridos y desplazados. Por esa razón decidió comenzar el proceso de paz, sabiendo que sería extremadamente difícil e impopular.
¿Cómo es posible que Santos, el verdugo de las Farc, iniciara un proceso de negociación con ellos? Porque lo correcto era acabar con esa dolorosa fábrica de víctimas que ha afectado al país por más de medio siglo, y porque todo conflicto, sin excepción, acaba a través de una negociación. Lo han acusado de traidor, de haber regalado el país, de haberse arrodillado. Pero la realidad es que hoy, las camas del Hospital Militar están vacías, que los campesinos han podido volver a sus parcelas, que tenemos la tasa de homicidios más baja en cuarenta años y que las Farc son ahora un partido político que no llegó al 0,5 % de los votos en las pasadas elecciones legislativas. Lo popular era seguir enviando soldados y policías a combatir, seguir ordenando bombardeos, seguir mostrando trofeos de guerra, pero lo correcto era ponerle fin a esa barbarie.
Puede que mi papá se vaya de la Casa de Nariño con una baja popularidad, pero se irá con la conciencia tranquila y con la frente en alto por haber buscado siempre hacer lo mejor para todos los colombianos. Se equivocó en algunas oportunidades, por supuesto, pero jamás se dejó llevar por la coyuntura, las encuestas o las redes sociales. Nunca buscó hacer lo popular, sino lo correcto.
ESTEBAN SANTOS
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