Los jefes paramilitares, unos todavía presos y otros que han salido en libertad, enviaron una carta pública, con 24 firmantes, en la que manifiestan su apoyo al proceso de paz con las Farc (en el pasado, sus enemigos implacables) y llaman a los colombianos a apoyar masivamente, con un ‘Sí’ tan grande como el país, los acuerdos de La Habana que deberán ser refrendados por el pueblo, o rechazados, en el plebiscito del 2 de octubre próximo.
Bienvenidos al Sagrario de la Paz los antiguos jefes paramilitares, si sus intenciones son sinceras (y no hay motivo para creer que no lo son). El paso que acaban de dar los ‘exparas’ era la puntada que faltaba para asegurar que el posconflicto será menos duro y menos difícil de lo que temíamos. Como dicen los analistas, despeja el camino hacia la total reconciliación entre los colombianos y crea el espíritu democrático y de civilización necesario para enfrentar, unidos en la diversidad, los enormes retos que nos plantea el siglo XXI.
Ojalá los colombianos examinen con atención un párrafo de la carta, muy revelador, que transcribe EL TIEMPO en su edición del jueves:
“… Las voces que hoy se oponen al proceso de paz miran hacia el pasado y se aferran a intereses económicos y políticos. No abrigamos rencor ni ánimo de retaliación hacia las guerrillas colombianas (…). Los colombianos tenemos que alcanzar la paz y la reconciliación entre todos, y para conseguirlo tendremos que estar por encima de los sectarismos”.
Para el noísta Centro Democrático, el apoyo “de los ex–AUC al plebiscito tiene una incidencia mínima frente al abuso de la propaganda oficial a favor del ‘Sí’”.
Los senadores del Centro Democrático que hacen ese razonamiento o son tontos o nos creen tontos a los demás al tratar de embucharnos la idea de que es un abuso del Gobierno hacer propaganda oficial al ‘Sí’ en el plebiscito. La propaganda oficial a favor del ‘Sí’ no solamente no es un abuso, sino que constituye un deber del Gobierno que durante cuatro años trabajó para llevar a buen término los acuerdos del proceso de paz adelantado en La Habana. Faltaba más que después de semejante esfuerzo, el Gobierno que lo realizó se cruzara de brazos en el momento de la definición, por dárselas de imparcial. Aquí no caben imparcialidades. Es ‘Sí’ o ‘No’. No están en juego un partido de tenis ni la rifa de una bicicleta. Lo que vamos a decidir el 2 de octubre es el futuro del país, el futuro de todos y cada uno de los habitantes de Colombia, varones, mujeres y, sobre todo, de los niños y las niñas, que son nuestra mayor responsabilidad. Así, la obligación del Gobierno que busca la paz es llevarles a los ciudadanos, con todo su empeño, con todos los recursos de que pueda disponer, la información de por qué al votar el ‘Sí’ en el plebiscito están votando por un país mejor para ellos, por un país progresista, igualitario, donde el empleo de las armas no volverá a ser jamás el método de mover a la gente a respaldar determinadas ideas.
Si algo podría reprochársele al gobierno del presidente Juan Manuel Santos, sería que actuara con laxitud en la defensa del ‘Sí’ a un proceso de Paz que hoy aplaude el mundo entero, aunque se disgusten el senador Uribe Vélez y sus apostólicos seguidores. De todos modos, los partidarios del ‘No’ han gozado de las más amplias libertades para expresar sus habilidosos eslóganes, con los que ocultan una falta absoluta de argumentos coherentes. No es sino oír la pintoresca elocuencia de una senadora Paloma belicosa que no vuela, o de una representante Cabal que está completamente descabalada, para entender que el Centro Democrático es una agrupación de lunáticos, movidos, como dicen los exjefes paramilitares (y saben por qué lo dicen), por intereses económicos y políticos que solo benefician a un grupo de terratenientes y ganaderos, e impulsados por el odio, el rencor, la ambición malsana de poder y otras virtudes poco recomendables si se trata de que los colombianos tomemos por fin la senda de la democracia real y seamos capaces de construir, pluribus unum, una sociedad justa y un país que nos acoja a todos, a las mujeres y a los hombres de buena voluntad.
Sean bienvenidos los que quieran acogerse a las bondades de la paz. Vengan todos, menos los corruptos. A los corruptos debemos correrlos de todas partes, porque están en todas partes, especialmente en las alcaldías municipales y en los entes que manejan algún presupuesto susceptible de ser saqueado. La corrupción es el cáncer que debemos erradicar en los próximos años, sin dejar ni rastro, si, como en el dilema shakesperiano, de verdad aspiramos a ser.
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La Gran Colombia. Mañana, de 11 de la mañana a 1 de la tarde, dentro del ciclo organizado por la Sociedad Patriótica Antonio Nariño, se efectuará en la Casa Hacienda Montes (donde encontró asilo Antonio Nariño después de una de las prisiones que padeció por amar y defender la libertad) la conferencia sobre La Gran Colombia, que dictarán Carlos José Reyes y el autor de esta columna. La charla ha despertado mucha expectativa porque ambos conferencistas, cada uno por su cuenta, hemos investigado a fondo el periodo (1821-1831) y descubrimos novedosas circunstancias que hasta hoy son desconocidas del grueso público y aun de los expertos. La Casa Hacienda Montes queda en el hermoso barrio Ciudad Montes, calle 10.ª sur No. 38A-25.
Enrique Santos Molano
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