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Lo que vendrá

Estamos en el fin de un mundo absurdo en el que hemos vivido dos milenios: el mundo feudal.

La confusión sobre las medidas adoptadas para conjurar la pandemia del coronavirus covid-19 aumenta, y crecen las críticas a la orden de aislamiento o toque de queda general, que ha paralizado al planeta. Hay dos posiciones opuestas. Los defensores del aislamiento, y los gobiernos que lo han aplicado, aducen que esa medida draconiana evitará que el contagio adquiera características masivas o que la mortalidad alcance las cifras escalofriantes de pandemias anteriores.
La contraparte (algunos gobiernos que están en las antípodas como el de Jair Bolsonaro, en Brasil, y el de Andrés Manuel López Obrador, en México; y articulistas de 'The Wall Street Journal') sostienen que el confinamiento hará más daño que el mismo virus. Incluso, el presidente Trump quiere concluir el aislamiento obligatorio lo más pronto posible, “para salvar la economía”.
Los periodistas Eran Bendavid y Jay Battacharya, en un largo y documentado artículo (24 de marzo, ‘¿Es el coronavirus tan mortal como lo pintan?´) cuestionan las cifras sobre la potencial letalidad del covid-19 como “profundamente defectuosas”.
Acogiéndome a la máxima de que exagerar es mejor que lamentar, prefiero pensar, con reservas, que las medidas adoptadas (en Colombia y en casi todos los países afectados por el virus) contribuirán eficazmente a contenerlo.
Sin embargo, también comparto la crítica y el rechazo a los augurios infundados de que “la cosa va para largo”, cuando el virus está controlado por completo en China y en los países asiáticos. En América Latina, tanto el contagio como la letalidad son muy bajos, por fortuna, y la apreciación de crecimiento exponencial parece estar errada. La política de aterrorizar a la población no es sana ni sería acertado prolongar el confinamiento más allá de una quincena. Entre otras cosas, porque los ciudadanos (ni aquí ni en ninguna parte) están dispuestos a soportarlo. Insistir en encerrarlos podría dar lugar a una convulsión social tempestuosa.
¿Cuál es el significado histórico de la pandemia actual? ¿Cuáles serán sus consecuencias? No soy adivino, ni nada semejante, pero el análisis de la historia me lleva a pensar que estamos, no en el fin del mundo, ni en el fin de la historia, sino en el fin de un mundo absurdo, cruel e inhumano en el que hemos vivido dos milenios: el mundo feudal.
El filósofo, pensador y escritor Israelí Yuval Noah Harari (1976), autor de ensayos importantísimos sobre el devenir de la humanidad, publicó hace algunos días en el 'Financial Times' un artículo (‘El mundo después del coronavirus’) en el que plantea cómo esta y otras pandemias se han utilizado por los poderes dominantes para modificar, por ejemplo mediante vacunas, el ADN humano suministrándole elementos bioquímicos y psicológicos que anulan en el hombre y en la mujer su capacidad de pensar por sí mismos y acentúan su sentido de la obediencia, que llaman ladinamente disciplina. En circunstancias como la pandemia presente, dice Harari, el ciudadano es acorralado en la disyuntiva falsa de ser libre o tener salud. Es una forma de regresarlo al vasallaje medieval.
Claro que el ser humano, agrega Harari, puede ser libre y puede tener salud, pero, digo yo, no en este mundo feudal (neoliberal), donde la salud humana es negocio (fabuloso) de unos cuantos, y la libertad una ficción. Harari pronostica una lucha del ser humano para evitar que el avance científico y tecnológico lo convierta en el esclavo autómata de quienes manipulan la ciencia y la tecnología.
De acuerdo. Esa batalla por la libertad y la salud, entre otros derechos humanos, es parte de lo que vendrá mientras el feudalismo termina de morir, lo que ocurrirá seguramente en el curso de los próximos veinte años. Para el mundo nuevo que nacerá después del feudalismo (y después del coronavirus) tenemos que prepararnos desde ahora. Ese mundo ya lo anticipó hace doscientos años Adam Smith en su ensayo colosal ‘Investigación sobre la riqueza de las naciones’. A tal libro tendremos que volver la mirada (no con los ojos sesgados de los que lo falsearon para perpetuar el engaño feudalista) una y otra vez, si queremos saber lo que nos conviene.
La pandemia de la covid-19 es una oportunidad inmejorable para pensar en el mundo que nos aguarda: el capitalismo progresista, como lo estudia Joseph Stiglitz en su libro reciente de igual título, y como lo han planteado Lula da Silva, Gustavo Petro, Álvaro García Linera, Evo Morales, Alberto Fernández, Fidel Castro, Bernie Sanders, entre los herederos más importantes de la voz libertaria de Simón Bolívar, que nos impulsa hacia el futuro.
La agonía del mundo feudal será terrible y sus estertores generarán mucho sufrimiento y angustias indecibles; pero una vez que enterremos el cadáver del feudalismo neoliberal, la humanidad será infinitamente mejor. Solo lamento que ya no estaré aquí para verlo.
Enrique Santos Molano
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