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La marcha de los corruptos

De la guerra han nutrido sus fortunas durante años sin cuenta. ¿Cómo van a querer que se acabe?

Este jueves, como lo recuerda en este diario una crónica, excelente y conmovedora, se cumplieron veinte años de la constitución de los habitantes de San José de Apartadó en Comunidad de Paz, modelo para un programa semejante en aquellas regiones vapuleadas por la violencia y la guerra interminable que para entonces había rebasado ya el medio siglo, si la contamos desde 1946, o los treinta y cuatro años a partir de la insurgencia de las Farc en 1964.
La iniciativa de las comunidades de paz fue auspiciada por la embajada de Francia, y la ceremonia tuvo lugar aquel 23 de marzo de 1967 en su sede diplomática.
El embajador de Francia, esa noche, y el editorial de EL TIEMPO, el día subsiguiente, celebraron la decisión de los habitantes de San José de Apartadó como el advenimiento de una nueva era venturosa para un país que se estaba desangrando en una guerra inverosímil, en una guerra de las más criminales, bárbaras y cobardes que registre la historia moderna. Una guerra en la que el noventa por ciento de los caídos eran campesinos trabajadores indefensos, sus mujeres, sus niños, masacrados por la espalda, asoladas sus viviendas, obligados a huir de sus terruños y a presenciar impotentes la matanza perpetrada, con absoluta impunidad, por una serie de asesinos, cobijados como ‘autodefensas’ y financiados por terratenientes, ganaderos y otros bichos similares, en nombre de la ‘lucha contra la subversión’.
Las esperanzas, quizá apresuradas, puestas en el éxito inmediato de las comunidades de paz, y en su piloto de San José de Apartadó, tuvieron pronto una respuesta drástica de quienes no estaban dispuestos a tolerar que la paz viniera a estorbarles sus planes de apoderarse a sangre y fuego de las tierras de los campesinos, en uno de los actos más monstruosos de despojo colectivo jamás vistos antes en ninguna parte. No en balde, Colombia ha sido expuesta en muchos foros internacionales como un caso vergonzoso para la raza humana. Los futuros historiadores, al repasar las páginas de los periódicos, al revisar los documentos pertinentes en los archivos públicos y privados, que hoy no se atreven a dar la cara, no podrán escribir esos episodios de nuestro conflicto sin sentir constantes escalofríos de horror.

Todos estamos en la obligación de mirar hacia San José de Apartadó para seguir su ejemplo heroico en la defensa de la paz.

Pero los despojadores criminales, y su grupo de asesinos a sueldo, no intuyeron que los habitantes de San José de Apartadó, Comunidad de Paz, estaban resueltos a resistir pacíficamente las atrocidades de sus verdugos, como lo habían aprendido del modelo de Gandhi, de quien resultaron discípulos indomables. Y han resistido veinte años el acoso canallesco e incesante de las autodefensas mafiosas (véase la citada crónica de EL TIEMPO, 23 de marzo, 2017), a veces de la guerrilla insurgente (aunque pocas, por fortuna) y hoy desmovilizada, y señalan también la complicidad de Fuerzas Militares y de Policía. Nada de eso ha podido doblegar a la Comunidad de paz de San José de Apartadó, que ha debido ser la ganadora del premio Nobel de Paz. O debería serlo en el futuro.
Y todos estamos en la obligación de mirar hacia San José de Apartadó para seguir su ejemplo heroico en la defensa de la paz, ahora amenazada por los mismos corruptos que han querido acorralar a los habitantes de San José y quebrarles, castigarles, su inquebrantable voluntad de resistir la violencia y el terrorismo con la actitud pacífica de los seres buenos, honrados y decentes.
“El país está viviendo un momento muy peligroso, la paz con tanto trabajo lograda en los acuerdos de La Habana se encuentra al borde del abismo”, dijo una de las militantes ambientalistas que intervinieron en el homenaje del miércoles pasado, Día Mundial del Agua, al recientemente fallecido Rafael Colmenares, ideólogo del ambientalismo como derecho y deber de los ciudadanos. Yo agregaré a esas palabras apocalípticas, para nada exageradas, que si la paz rueda al abismo, nos arrastrará a todos con ella.
Para el próximo primero de abril, han propuesto una marcha, dizque contra la corrupción, los más corruptos de los corruptos. Los que no han cejado en su empeño de acabar con la paz a como dé lugar, porque la guerra, y no la paz, es su negocio. De la guerra han nutrido sus fortunas durante años sin cuenta. ¿Cómo van a querer que se acabe?
Son los mismos que nos han alimentado la guerra, que jamás han protestado por el asesinato de los líderes sociales, ni reclamado por los derechos de los trabajadores ni dado la menor importancia al fortalecimiento de la vida democrática. Para qué, si se sienten los dueños del país y de las vidas de sus ciudadanos.
Esos son los corruptos, los corruptores y los corrompidos, que invitan, cínicos, a marchar contra la corrupción el próximo primero de abril. Tal vez muchos ciudadanos desinformados, que no son corruptos ni mucho menos, que sin duda están bien intencionados, asistan a esa marcha del mismo modo que tantos votaron por el No en el plebiscito movidos por la propaganda engañosa de sus promotores. Son ciudadanos honrados que les hacen el juego a los corruptos, convencidos ingenuamente de que por el camino del infierno van a llegar al cielo.
No me cansaré de aconsejarles que miren, una y otra vez, el ejemplo grandioso de la Comunidad de Paz de San José Apartadó. Que si han de marchar, lo hagan a favor de la resistencia civil contra los enemigos de la paz, contra los corruptos que, a punta de engaños habilidosos (el demonio es el más astuto y triunfador de los tramposos), quieren reconducirnos a la guerra. La marcha del 1.° de abril es la marcha de los corruptos.
ENRIQUE SANTOS MOLANO
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