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La 7.a no es un corredor

Esas vías madre no pueden dejar de ser avenidas y no pueden ser corredores de ningún color.

Ni una troncal. La avenida carrera 7.a de Bogotá, en el trayecto extenso que abarca desde el 20 de Julio, San Cristóbal y Las Cruces hasta La Caro, es una avenida urbana y, más importante que eso, es la vía emblemática que caracteriza el espíritu de la ciudad, la vía clásica, como la de que se ufanan las grandes urbes, y que las identifica, con independencia de que pueda haber otras muchas avenidas, más anchas, más extensas y acaso más congestionadas de vehículos y de peatones, pero ninguna con la fuerza histórica y urbanística, que le imprime un atractivo irresistible de ‘vía madre’, por ejemplo los Campos Elíseos de Paris, el paseo de La Castellana en Madrid, o la avenida 25 de Mayo en Buenos Aires, para citar unos pocos casos al azar. A nadie se le ocurriría llamar ‘corredores’ a esas vías madre, y al que lo hiciera le pondrían un gorro de burro y, cuando pase la pandemia, lo remitirían derechito a repetir de cabo a rabo la educación primaria.
No hay ciudad que no trace, a partir de su fundación, una vía madre que orientará siempre el desarrollo urbano. Esas vías madre, únicas en su especie (por lo mismo que madre no hay sino una), al paso del tiempo se van transformando, poniéndose a tono con el cambio de las costumbres, con las modas o las innovaciones urbanas, sin violentarse, sin perder su esencia. No pueden dejar de ser avenidas, no pueden ser corredores (ni verdes ni de ningún color) ni mucho menos troncales de un sistema de transporte depredador que las torna anodinas e insignificantes, como le sucedió a la que en días mejores fue la hermosa avenida Caracas.
La alcaldesa Claudia López, en cumplimiento de su promesa de campaña, tuvo el acierto magno de echar a la caneca un proyecto horrendo, herencia envenenada de la administración anterior, rechazado por la ciudadanía, y destinado a desaparecer la avenida 7.a volviéndola otra Caracas, otra troncal del bárbaro TM.
Movida por sus buenas intenciones y su deseo, anunciado al proclamarse su victoria, de “reverdecer a Bogotá”, Claudia López se ha propuesto materializar ese deseo respetable, configurando otro proyecto igualmente inaplicable que el de la troncal de TM: un corredor verde. La última noticia que tenemos al respecto nos dice que el ‘corredor verde’ de la 7.a será contratado con una empresa estadounidense.
Tratándose de ‘reverdecimiento’, si por ello se entiende ponerle más verde a la avenida, no dudo que los gringos son expertos en esa clase de paisaje urbano. No obstante, aquí también operan empresas de jardineros, con reconocida tradición y experiencia, capaces de hacer igual tarea con la misma efectividad y a un precio bastante más módico del que cobrarían los empresarios estadounidenses.
Los jardines y la arborización son parte importante del reverdecimiento que necesita la 7.a para reactivarse y estar lista cuando Bogotá celebre su medio milenio de existencia. Sin embargo, el reverdecimiento comprende una totalidad de necesidades que van bastante más allá del aspecto de arborización y jardinería.
Hay que empezar por conocer a fondo la trayectoria histórica, social, económica y principalmente humana de la avenida madre de Bogotá. Estudiar su condición geourbana, las características de las localidades y de los más de doscientos barrios que la circundan, así como la influencia que la avenida ha ejercido sobre el conjunto de la ciudad a lo largo de quinientos años, para poder entenderla y estructurar una gran avenida madre del siglo XXI.
Me permito con el mayor respeto y cordialidad sugerirle a la alcaldesa mayor que se aplique su propio consejo y que comience a trabajar por la ciudad de acuerdo con la nueva realidad. Que aproveche las circunstancias planteadas por la pandemia y la crisis económica y emprenda un gobierno con la ciudadanía, por la ciudadanía y para la ciudadanía.
Mi contribución humilde y plena de amor por Bogotá solo puedo brindarla desde esta columna añosa. A partir de la próxima, y en una serie de cuatro, intentaré resumir la historia de la avenida 7.a, que quizá pueda encender algunas luces para avanzar en el reverdecimiento.
ENRIQUE SANTOS MOLANO
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