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El metro en el limbo

El metro en el limbo

Entre más tiempo pase sin que se realice el metro subterráneo, la situación de movilidad en Bogotá empeorará hasta llegar a bajo cero.

El 24 de marzo próximo, el metro subterráneo de Bogotá celebrará sus primeros setenta años de inexistencia. Caso único en la historia de las urbes modernas. Trágico y cómico. Este hecho ha dejado a Bogotá sin un verdadero sistema de transporte público masivo y ha convertido a la capital de Colombia en el hazmerreír del planeta.

Sin duda no deja de ser un espectáculo divertido la forma como, a lo largo de siete décadas, el poderoso gremio de los transportadores privados, y otros gremios, con la complicidad de autoridades municipales y distritales, y de presidentes de la república, se las ha arreglado para desbaratar, uno a uno, los más de quince intentos por dotar de metro a Bogotá. La parte cumbre de esta opereta se presenta en dos actos. El de un presidente que le entrega al alcalde un cheque ‘chimbólico’ para garantizar el aporte de la Nación al metro, aporte que nunca se concretó, ni existía la intención de concretarlo. Y la afirmación oronda de un alcalde, todavía en funciones: “La diferencia del actual metro con los anteriores es que este sí lo vamos a hacer”. ‘Risum teneatis’ (contened la risa), decía en su ‘Arte Poética’ el divino Horacio.

Un resumen de los antecedentes. El 24 de marzo de 1947, el alcalde de Bogotá, Fernando Mazuera Villegas, adelanta gestiones con la casa Rossoff Construction Co., de Nueva York, para construir en Bogotá un ‘subway’ (metro subterráneo) que costaría veinte millones de dólares y que atravesaría la capital de sur a norte. El 1.° de abril siguiente revela el alcalde Mazuera Villegas que el ‘subway’ de Bogotá se hará mediante concesión por 25 años (la ciudad no tendría que poner un dólar) y que tendrá una estación central y dos grandes vías derivadas en su primera línea. El mismo día, los dueños de los buses particulares, con don Fruto Mejía a la cabeza, dicen que Bogotá no necesita ‘subway’ y critican la obra como “suntuaria”.

Don Fruto Mejía era un hombre muy poderoso. Más poderoso que el presidente y que el alcalde. Ya en 1937 había tumbado de la Alcaldía de Bogotá a Jorge Eliécer Gaitán, quien tuvo el atrevimiento de querer meter en cintura a los transportistas privados. Naturalmente, el proyecto del ‘subway’ bogotano se frustró. En adelante, el sainete del metro tuvo más o menos el mismo libreto. Los dueños de las calles de Bogotá no son los bogotanos, sino los transportadores privados, y hoy lo son también los contratistas. Poderosos caballeros.

El metro elevado que, según el Alcalde Mayor, “sí se va a hacer”, tampoco se hará. El Alcalde Mayor, con su visión gerencial, tiene ganas de todo, menos de hacer el metro, ni subterráneo ni elevado. Y se le acaba de presentar la coyuntura providencial con el asunto del recorte (zarpazo) que el Ministerio de Minas, apoyado en el de Hacienda, les ha hecho a los municipios en el porcentaje que les corresponde por la sobretasa a la gasolina. Es un golpe mortal para el metro de Bogotá, alegará, o está alegando ya, el jefe de la Administración Distrital, con lágrimas de cocodrilo. Qué lástima. Nos desfinanciaron el metro y ya no podremos hacerlo. Nos tocó meterle todo al TransMilenio. ¿No habíamos escuchado una canción semejante en 1999, cuando el entonces alcalde, hermano gemelo del actual, dijo que iba a hacer el metro, y resultó haciendo el TransMilenio?

La verdad es que el metro elevado está desfinanciado con recorte o sin recorte a la sobretasa de la gasolina. El alcalde Peñalosa, munido de su arrogancia imperial característica, dijo por la radio que “cuando llegamos a la alcaldía no encontramos nada sobre metro subterráneo, ningún estudio, nada”, y por eso el pobre tuvo que asumir el metro elevado. Y los estudios que se elaboraron durante más de diez años para el metro subterráneo, que fueron aprobados por el BM y el BID, y avalados con el cheque del presidente Santos entregado en público al alcalde Petro, ¿eran “nada”? Y en RCN, el alcalde Peñalosa, quien se contradice cada diez minutos, reconoció que el metro elevado se había proyectado sobre los estudios existentes para el metro subterráneo. ¿En qué quedamos, padrecito?

También se ha ufanado el alcalde mayor Peñalosa de que el Juzgado 54, al declarar improcedente la acción de cumplimiento presentada por el concejal progresista Hollman Morris, había avalado el metro elevado. Otra falsa apreciación de nuestro amigo el alcalde Peñalosa. La juez 54 no puede avalar ningún tipo de metro, porque ella no es ingeniera ni tiene los conocimientos del caso. La juez declaró improcedente la demanda del concejal Morris, porque, bajo la gravedad del juramento, el alcalde Peñalosa afirmó que para la financiación del metro elevado no se iban a emplear las vigencias futuras aprobadas para el metro subterráneo, vigencias que no podían emplearse legalmente en otro proyecto diferente. La acción solicitada por el concejal Morris pedía que se diera cumplimiento al acuerdo por el cual se aprobó la financiación del metro subterráneo, elaborada por la administración Petro, que incluía unas vigencias futuras a veinte años, basadas en la sobretasa de la gasolina. La juez aceptó la declaración juramentada del alcalde Peñalosa de que no se iban a utilizar en el metro elevado las vigencias futuras aprobadas para el metro subterráneo, y por eso declaró improcedente la solicitud del concejal Hollman Morris. El fallo del juzgado de ninguna manera significa que la juez 54 avaló el metro elevado.

Yo sé que es fastidioso para los lectores ocuparse de cosas aburridas, que tal vez no entienden y que creen que no les concierne, como las vigencias futuras. Y extenderme sobre un asunto árido y complejo rebasaría el campo de que dispongo en esta columna; pero el concejal Morris tiene más de diecinueve pruebas, que reposan en el expediente del Juzgado 54, que demuestran cómo el presupuesto de financiación del metro elevado y de constitución de la empresa Metro de Bogotá (Acuerdo 642 del 16 de marzo del 2016) se estructuró sobre las vigencias futuras del metro subterráneo y cómo dicho proyecto viola lo dispuesto por la Ley 1483 del 2011 sobre vigencias futuras excepcionales.

Es indispensable que al respecto se libre con la amplitud necesaria un gran debate público y que la ciudadanía tome cartas en la discusión. Porque aquí hay un gran engaño. El metro elevado no tiene ningún tipo de estudios ni de detalles de ingeniería. Que debatan frente a frente el exalcalde Gustavo Petro y el alcalde Enrique Peñalosa y expliquen cada uno su proyecto de metro. Y que los ciudadanos conozcan la verdad sobre un metro que lleva setenta años en el limbo y que, como pintan las cosas, va a seguir ahí.

He hablado con muchas personas que vienen del extranjero, y nadie entiende cómo los habitantes de Bogotá soportan una situación de movilidad que está llegando a cero, que los perjudica a todos, que tiene costos económicos incalculables y una pérdida de tiempo diaria irreparable para cada uno y para todos. Eso no se ve en ninguna otra ciudad del mundo, en ninguna capital. Entre más tiempo pase sin que se realice el metro subterráneo, la situación de movilidad en Bogotá empeorará hasta llegar a bajo cero.

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