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61 mentiras (+ 1 POT)

Achacar a la alcaldesa electa el hundimiento del POT es producto de una rabieta infantil.

‘61 mentiras del alcalde Peñalosa’ se titula el libro que acaban de publicar los periodistas Carlos Acero Rincón y Hernando Urrutia Vásquez. El título podría sugerir que se trata de una obra anecdótica o humorística, una antología de peñalosadas (frases célebres o dichos marchitables del alcalde Enrique Peñalosa); pero no es así.
Las ‘61 mentiras’ forman un texto serio, documentado, analítico y crítico, sin dejar de ser ameno, sobre las mentiras despiadadas con que el alcalde mayor ha querido engatusar a los bogotanos tanto en su primera como en su segunda administración, que a Dios gracias está por terminar.
No voy a ocuparme de las 61 mentiras reseñadas, pues para eso está el libro en el que Acero Rincón y Urrutia Vásquez han trabajado con dedicación meticulosa y cuya lectura recomiendo a los interesados en el pasado, el presente y el futuro de Bogotá. Si no lo ha leído, la alcaldesa electa de Bogotá, Claudia López, debería adoptarlo como uno de sus textos de cabecera. Le será útil si sus intenciones son sinceramente las de acertar en el mandato que los bogotanos acaban de conferirle en las urnas.
La mentira número 62, que no alcanzó a entrar en el libro citado, es la que motiva esta columna. Dijo el alcalde mayor al comentar para EL TIEMPO el hundimiento de su Plan de Ordenamiento Territorial (POT) por el Concejo: “Claudia López mediante concejales bajo sus instrucciones hundió el POT que elaboramos con profesionalismo e infinito amor por Bogotá, incorporando lo más avanzado del urbanismo mundial. Gran pérdida para bogotanos actuales y futuros. Ojalá hagan uno mejor”. Como muestra de la soberbia y la pedantería que caracterizan al señor Enrique Peñalosa Londoño, no puede haber una mejor.
Achacar a la alcaldesa electa el hundimiento del POT no es sino el producto de la rabieta infantil del alcalde y de su fatua vanidad maltrecha por la derrota. El POT se hundió porque la ponencia negativa del concejal Celio Nieves, elaborada con criterio científico y urbanístico, convenció a la mayoría de concejales, a quienes la ponencia afirmativa y ditirámbica de la concejal Lucía Bastidas solo pudo ponerles de relieve las numerosas falencias del proyecto.
¿Que el POT de Peñalosa reúne “lo más avanzado del urbanismo mundial”? No opinan lo mismo urbanistas reconocidos, como Mario Noriega. En artículo publicado por EL TIEMPO, el experto señala: “Durante los debates para la alcaldía de Bogotá, poco se mencionó el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) y sospecho que ningún candidato leyó las tres versiones del proyecto de acuerdo de 581 páginas, más las 3.159 de anexos. Es posible que ni siquiera el alcalde Peñalosa lo haya leído. Si lo hace, seguramente lo retira por pena ante la cantidad de errores, incongruencias y deficiencias técnicas que tiene” (https://www.eltiempo.com/bogota/el-pot-de-bogota-es-una-bomba-de-tiempo-cinco-razones-opinion-429414).
Yo también creo que no lo leyó, y que no sintió la menor pena en afirmar que ese proyecto errático “contiene lo más avanzado del urbanismo mundial y que es una gran pérdida para los bogotanos actuales y futuros”. Desde la primera administración de Peñalosa he dicho que él tiene una extraña confusión mental entre lo que es urbanismo (ciencia que estudia las formas más adecuadas de hacerles placentera la vida cotidiana a los habitantes urbanos) y urbanización (negocio de la construcción, con altos fines de lucro). El proyecto de POT de Peñalosa está dirigido a favorecer la urbanización, en ningún caso el urbanismo.
Quizá sea esa distorsión o confusión de un alcalde, bienintencionada hacia un grupo exclusivo de negociantes privilegiados, y lesiva para la mayoría de los habitantes, lo que viene ocasionando el fenómeno revelado por este diario: ‘Depresión, el trastorno que está consumiendo la vida de los bogotanos’ (EL TIEMPO, Bogotá Metropolitana, 7 de noviembre, 2019).El titular es dramático. La realidad es aún más dramática.
Se me irían muchas columnas si entrara a analizar por qué una pésima administración (local y nacional), que ha maltratado a los ciudadanos como si fueran un rebaño de carneros rumbo al matadero, es el origen principal de la depresión colectiva que se nota en cualquier calle por donde usted camine, y más aún entre las latas de TransMilenio. No obstante, es pertinente citar dos ejemplos. Uno, que puede haber reducido en estos días los índices de depresión; y otro, que los está elevando al borde de la locura.
El primero, el hundimiento del POT y del TM por la 7.a, ha llenado de alegría y alivio a cientos de barrios cuyos moradores sentían el proyecto del POT (porque ellos sí lo leyeron, muy bien asesorados) y de la troncal TM7 como la amenaza de una guillotina sobre sus cabezas. El segundo son las miles de obras que el señor Peñalosa no pudo hacer en cuatro años y quiso realizarlas en tres meses, lo que tampoco va a conseguir, de modo que dejará una ciudad en la que, ahora, no hay cómo movilizarse. El noventa por ciento de las calles están cerradas, de modo que en una vuelta que antes demoraba diez minutos, se pueden gastar hoy hasta dos y tres horas. Si el señor Peñalosa tuviera la capacidad autocrítica de pulsar el rechazo que sienten los ciudadanos hacia él, no se esperaría hasta el 31 de diciembre para marcharse.
Si a sus problemas habituales agregan los ciudadanos el caos provocado por los ‘aciertos’ de la administración Peñalosa, lo raro es que aún no hayan caído en depresión profunda. Ahí tiene la doctora Claudia López la herencia endemoniada que recibirá el 1.° de enero.
ENRIQUE SANTOS MOLANO
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