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Arropados en tinieblas

La indiferencia es lo que nos mantiene anclados viviendo una vida de submundo.

Elly Hernández
Quienes saben con exactitud qué pasó en este momento deben tener los labios cosidos y una pistola en las sienes; quienes no sabemos y conservamos aún un poco de cordura, sospechamos de algo tan simple como la falta de mantenimiento de los equipos.
Lo que sucedió en Venezuela el jueves 7 de marzo amenazaba con ocurrir desde hace años y más temprano que tarde terminó por suceder. ¿La razón? Quizás el no haber reemplazado un cable quemado o no reparar un fúsil fue lo que nos costó más de 90 horas sin luz.
La Central Hidroeléctrica Simón Bolívar, conocida como ‘Guri’ por valerse de este embalse, le suministra energía a casi toda Venezuela y parte de Boa Vista (Brasil). Es decir, un error del que el gobierno no quiere hablar costó que 24 estados pasaran cuatro días sin energía eléctrica y, en consecuencia, sin agua, sin transporte y en completa desinformación, pues no teníamos forma de enterarnos de absolutamente nada.

El hecho de que Nicolás Maduro hable de un “sabotaje cibernético” a un sistema análogo y que haya personas que aún crean en sus palabras da mucho que pensar. 

Si esto se trata de karma, algo muy malo tuvimos que haber hecho los venezolanos para vivir, metafórica y literalmente, a oscuras, porque en medio de un conflicto político tan grande, el hecho de que el país completo se apague provocó que se agudizara la crisis humanitaria: recién nacidos murieron en los hospitales porque tampoco funcionaban los generadores eléctricos y, por ende, no lo hicieron las incubadoras ni respiradores artificiales. Además, hubo muchas personas que vieron pudrirse la poca comida que podían tener en sus neveras.
Pero esto no es karma, fue incompetencia. Y si vamos un poco más atrás, inocencia mezclada con ignorancia, lo que hizo que Chávez ascendiera al poder y que el señor Nicolás todavía lo conserve, porque fueron los mismos venezolanos que sufrieron el apagón quienes les pusieron la banda presidencial y aplaudieron su primer discurso. Luego de eso, tanto para el muerto como para el chofer, comprar una elección se convirtió en una inversión más necesaria que la de hacerle mantenimiento a los equipos que suministran energía a Miraflores.
No puedo hablar por un muerto que ya no ha de tener ni carne para los gusanos, pero el hecho de que Nicolás Maduro hable de un “sabotaje cibernético” a un sistema análogo y que haya personas que aún crean en sus palabras da mucho que pensar. El hombre es tan cobarde que no es capaz de aceptar sus fallas, y los chavistas que le creen, un grupo de ignorantes.
Sin embargo, no son los ignorantes quienes me preocupan, sino quienes al pasar cuatro días viviendo como Los Picapiedra hicimos como si nada hubiese pasado cuando el aire acondicionado volvió a funcionar y solo nos sentamos a esperar que no vuelva a suceder: No había metro, y nos quedamos en nuestras casas; hacía calor, y abrimos las ventanas; no llegaba agua, y fuimos a recogerla a los ríos; los celulares no tenían señal, y conversamos con los vecinos; las universidades se pararon, y nos alegramos porque no habíamos estudiado para el examen del viernes.
Y digo hicimos porque yo también padecí la falta de luz. Donde yo vivo se fue el jueves a las 8 de la noche y no llegó hasta el lunes a las 3 de la tarde.
En pocas palabras, nos convertimos en lo que tanto repudiábamos, en Cuba, e incluso puede que la isla esté mejor que nosotros. Ya el gobierno sabe que puede quitarnos la luz y no ocurrirán más que unos cuantos saqueos; terminaremos por acostumbrarnos a pasar días oscuros y noches en penumbra.
La indiferencia del venezolano es lo que nos ha mantenido en pie, pero también es lo que nos ha hundido y nos mantiene anclados viviendo una vida de submundo. Es esa mentalidad, por la que si no hay sol fabricamos uno con un retazo de tela bañado en querosén, la que ha hecho que un grupo capitalista disfrazado de socialista haga con nosotros lo que les venga en gana.
Y sí, llegará el día en que el chavismo no sea más que un mal recuerdo en las mentes más ancianas, el día en que vivamos como se solía vivir antes que yo naciera, pero no seremos nosotros quienes hagamos que ese día llegue, porque desgraciadamente somos tan cómodos y despreocupados que esperaremos a que alguien lo haga por nosotros, si los tiranos no nos matan antes.
Elly Hernández
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