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Heriberto Fiorillo

Heriberto Fiorillo dejó en el Carnaval Internacional de las Artes y La Cueva un gran legado cultural

El mundo de las artes está de luto. “Artes” en su sentido amplio, como lo entendió y practicó Heriberto Fiorillo (1951-2023), quien murió esta semana en Barranquilla.
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“Escritor, editor y gestor cultural”: así se intenta resumir en una frase su perfil, a la que añade después: “Cineasta, guionista y director”. Abordó las diversas manifestaciones de las artes de manera extraordinaria, en una carrera llena de creatividad. Fiorillo tuvo el genio de concebir el Carnaval Internacional de las Artes, reflejo de sus valiosos esfuerzos por congregar a la sociedad alrededor de las más variadas expresiones artísticas.
Inaugurado en 2007 por el escritor mexicano Carlos Monsiváis, el festival celebró sus diecisiete años en abril pasado. Desde aquel primer momento, el Carnaval de las Artes fue un escenario de encuentro de músicos y poetas, novelistas y pintores, cineastas y humoristas..., todos dispuestos a compartir sus obras con un público que ha gozado de los derroches de la imaginación que Fiorillo estimulaba en esos espectáculos carnestoléndicos con escasos paralelos.
Tuve la fortuna de asistir al Carnaval Internacional de las Artes en 2015. Recuerdo como si fuera ayer la fantástica apertura del evento con los movimientos y colores espectaculares del grupo Incubaxión, mientras el cantautor Roberto Camargo daba la bienvenida como “maestro sin ceremonias” al auditorio repleto del Teatro Amira de la Rosa.

Fiorillo tuvo el genio de concebir el Carnaval Internacional de las Artes, reflejo de sus valiosos esfuerzos por congregar a la sociedad alrededor de las más variadas expresiones artísticas.

Puedo refrescar la memoria, ayudado por el libro sobre el mismo Carnaval de las Artes, editado por Fiorillo –tarea que emprendió año tras año, dejándonos así un registro bastante fiel de su creación, en volúmenes que deben servir a la perdurabilidad de tan maravillosa fiesta–.
En aquel Carnaval de 2015, el “pintor de picós por excelencia de Barranquilla”, William Gutiérrez, exhibía sus obras al lado de fotografías de la argentina Irina Werning –se borraba allí cualquier distinción entre arte popular y elitista–. Hubo música de hoy (salsa con el pianista Juancho Valencia y la trompetista Maite Hontelé); y música de ayer (evocación de los 60 años de Cosita linda, de Pacho Galán). Hubo sobre todo mucho humor, como en las risotadas provocadas por Virulo (Alejandro García), cubano considerado “ícono del humor latinoamericano”.
Las colas para entrar al Amira de la Rosa se repetían en La Cueva, el legendario sitio de encuentro de Gabriel García Márquez y sus amigos del Grupo de Barranquilla, sede también del Carnaval de las Artes. Aquel 2015, Juan Gabriel Vásquez, Dasso Saldívar y Juan Martín Fierro participaron en conversaciones sobre sus obras. Y Jorge Drexter, Carlos Pala y Roberto Camargo conversaban entre ellos mientras improvisaban en la guitarra.
Hubo más: ‘Batman a los 75 años’ y “paquitos” locales; ‘El cine de Conchita Airoldi’; fotografía de Guillermo Angulo; parranda vallenata con Poncho y Emiliano Zuleta.
Son apenas ejemplos de un programa ciertamente ambicioso, que sirven para destacar las ricas dimensiones del Carnaval concebido por Fiorillo. Combinación admirable de las manifestaciones del arte. Con sentido universal.
Su concepción de tan fabuloso festival está muy atada a su propia trayectoria, en una carrera donde acumuló experiencias en el periodismo, el cine, la televisión y la literatura. Como él mismo lo narrara (Contextomedia, 11/8/2020), nació “en una casa grande de la Calle Victoria con Líbano [en Barranquilla] a dos cuadras de La Cueva” –museo viviente que él mismo ayudó a recrear con su libro sobre el Grupo de Barranquilla, con fotos de Nereo –.
Hay mucho más en su obra. Pero Heriberto Fiorillo dejó en el Carnaval Internacional de las Artes y La Cueva un inmenso legado cultural.
EDUARDO POSADA CARBÓ
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