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Del burro al avión

Fue un gran salto hacia el progreso que alimentó ilusiones.

Del burro al avión. Tal era el mensaje que dejaban las imágenes de aquella salita dedicada a la historia del transporte en el Museo Romántico de Barranquilla. Algunos turistas reaccionaban a carcajadas frente a los patéticos modelos de madera que simbolizaban la revolución en nuestras comunicaciones. Para los colombianos, sin embargo, representaban un salto épico, motivo de orgullo nacional.
Del burro al avión.
Eso ocurrió hace casi cien años, cuando, en diciembre de 1919, un grupo de barranquilleros, asociados con inmigrantes alemanes, fundaron la Sociedad Colombo-Alemana de Transportes Aéreos (Scadta), la primera empresa aérea comercial en Suramérica: Avianca fue su nombre décadas después.

Desde Barranquilla salió el primer vuelo panamericano, en el cual los directivos de Scadta llevaban cartas de presentación del presidente de Colombia a sus pares en Centroamérica.

Al acercarse su centenario, es oportuno recordar aquellos primeros años de existencia heroica.
Del burro al avión. Hay que apreciar bien las circunstancias de la época para entender las dimensiones de lo que aquello significó para el país.
La abrupta topografía de los Andes, en medio de un vasto territorio, había condenado a los colombianos a una pobreza ya legendaria. Mientras que en Argentina se expandían las redes ferroviarias, aquí celebrábamos algunos kilómetros de rieles como una gran conquista. El desarrollo de las carreteras (si así podía llamárselas) apenas despegó después de 1930.
Teníamos, sí, la suerte del río Magdalena, aunque agreste y de difícil navegación. El enemigo más antiguo de Colombia, observó un informe británico en 1950, era “el problema del transporte”.
Del burro al avión. Fue un gran salto hacia el progreso que alimentó ilusiones en momentos en que los colombianos comenzaban a gozar también de paz y prosperidad. No fue, entonces, cualquier transformación.
Los vuelos de Scadta despegaron en firme en 1920, cuando apenas entonces transportaron 12 pasajeros en todo el año. A fines de la década eran más de 6.000, tras 1,2 millones de kilómetros recorridos, a los que sumaba la carga de casi 700.000 kilogramos. Pero además, aquellos vuelos iban llenos de cartas y periódicos –una revolución en el servicio postal que acercaba a los colombianos–.
Era, de todas formas, una operación relativamente modesta, con viajes semanales entre Barranquilla y Girardot en 1922 (escalas en El Banco, Barrancabermeja, Puerto Berrío y Honda) y entre Barranquilla y Cartagena. La flota solo llegaba a seis aviones en 1924.
Las proyecciones eran ambiciosas e internacionales. Desde Barranquilla salió el primer vuelo panamericano, en el cual los directivos de Scadta llevaban cartas de presentación del presidente de Colombia a sus pares en Centroamérica. Tal incursión generó reacciones hostiles de Estados Unidos, cuyos funcionarios solo veían en Scadta una fachada alemana que amenazaba, en particular, sus intereses en el canal de Panamá. Pan American Airlines, subsidiada por el Tesoro norteamericano, fue en buena parte una respuesta a los buenos éxitos de Scadta.
Hay en los orígenes de Avianca una historia fascinante en la cual se mezclan importantes episodios de la historia empresarial y del transporte, pero también de la historia social, diplomática y militar de Colombia. Cuando trabajaba en mi tesis doctoral, me distraje en los Archivos Nacionales de Washington con una copiosa documentación sobre el proceso de nacionalización de Scadta, y acumulé notas y papeles para un texto que sigue a la espera de ser escrito.
Hace un par de años quise llevar a mis hijos al Museo Romántico de Barranquilla, y, para nuestra frustración, estaba cerrado, con muestras claras de triste abandono. Al festejar sus 100 años, quizás Avianca pueda interesarse en restaurar aquel saloncito que celebraba nuestro salto del burro al avión.
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