... Entonces sale un ministro cualquiera a decir que los colombianos tenemos que meternos la mano al dril para que el país prospere. Y nosotros, que pagamos impuestos altísimos (y la gasolina más cara), solo podemos pensar en la manera descarada como se roban la plata. Y no entendemos. ¿Por qué no existen leyes severas que castiguen a los ladrones del erario?
Una respuesta posible es: porque existen abogados leguleyos que dicen que somos un país garantista. Y bajo ese concepto está la verdad de todo: los abogados hacen las leyes, pero también hacen las trampas. Los términos siempre están en letra menuda. Los corruptos no temen a los organismos de control. Los únicos que tememos a esa policía fiscal somos los que ganamos poco. Es increíble el operativo que se monta para cobrar un parte de tránsito, por ejemplo. Dos correos electrónicos al día y cuatro llamadas telefónicas, hasta que el desesperado infractor paga. Luego –podría pasar–, que al cabo de un millón de partes de doscientos mil pesos, llegue avivato, se robe la plata y no se le pueda cobrar porque se vencieron los términos. ¿Para qué pagar impuestos si al cabo de unos años nos enteraremos de que tal o pascual se largó del país con la millonada de nosotros? ¿Para qué pago el 4,5 de mis ganancias al sistema de salud, si las EPS les deben a los hospitales cientos de miles de millones? Y no hay forma de cobrarles porque los abogados ya hicieron las movidas y los términos ya se vencieron para siempre.
Los costeños no saben cómo deshacerse de Electricaribe porque las leyes de los abogados los tienen donde los tienen. Si alguien no paga una factura a tiempo, le cortan la luz de inmediato. Y uno dice: ¡Uaoooo, cuánta eficiencia! Pero si el servicio falla, si usted tiene que hacer un reclamo, prepárese porque Electricaribe sabe cómo cansar a un consumidor insatisfecho: lo aprendieron de las compañías colombianas. Bienvenido al fabuloso mundo de los reclamos no atendidos, esos que lo mantendrán tan ocupado que usted no tendrá tiempo de enterarse de que lo están robando.
El mundo de los reclamos no atendidos funciona de la siguiente monótona y kafkiana manera: usted deberá llamar muchas veces a un call center para que una voz robótica enumere un menú en donde no aparece su problema: entonces tendrá que esperar a que lo atienda una operadora, con el agravante de que la llamada se cae cada 15 minutos... cuando lo atienen al fin, la operadora le dice que eso debe diligenciarlo personalmente; entonces usted irá a un punto de atención donde le asignarán un turno digital: si en la pantalla aparece el número 56, usted seguro tendrá el 835; y cuando por fin lo atienden, le dirán en menos de cinco minutos que tiene que pasar una carta; así que usted llega al otro día con la carta, agarra su turno digital, y el que lo atiende le dice que debe repetirla porque tenía que llevar la fecha de mañana, pero que tranquilo, que puede corregirla en una papelería del frente y traerla sin hacer cola; y cuando por fin usted hace todo bien, le dicen que espere la respuesta entre uno y seis meses. Pero como la respuesta nunca llega, usted va a averiguar (digiturno, espera y funcionario de por medio). Un burócrata muy diligente se apersona de su caso, revuela por todos los cubículos hasta que por fin encuentra la respuesta a su reclamo: “Apreciado ‘xxxx’, por medio de la presente le comunicamos que está jodido por vencimiento de términos”.
Mientras eso pasa los corruptos siguen impunes por lo mismo. Por vencimiento de términos. Gracias al Derecho y sus magníficos abogados. (Los abogados saben a quiénes me refiero; por favor, no me demanden.)
Cristian Valencia
cristianovalencia@gmail.com
