Entrar al mercado de Santa Marta hace 20 años era como entrar en el infierno que olvidó Dante nombrar en ‘La divina comedia’. El infierno de la desidia, donde los seres humanos se abandonaban a podrirse entre sus propias porquerías. Era mejor no pensar mucho en ello, porque era parte de su esencia. Así como el Sol calienta y el mar es salado, así el mercado tenía que ser inmundo.
Santa Marta entera estaba sumida en esa idea. Y los samarios estaban tan acostumbrados a eso que ya ni se acordaban de que podían exigir algo a sus gobernantes.
Cuando llegó el alcalde Caicedo, hace 5 años, la mala prensa local casi lo tumba. Pero comenzaron las obras por toda la ciudad, y la gente se dio cuenta de que Santa Marta estaba cambiando. Durante la alcaldía anterior se hicieron más obras que en los 35 años pasados. Con el alcalde Martínez, la marcha del progreso continúa a nivel social y a nivel de infraestructura. Santa Marta sigue cambiando.
Por razones inentendibles, estas dos alcaldías no han gozado de la mejor prensa local. Digo inentendibles, pero todos sabemos que son obvias. Las últimas dos alcaldías están invirtiendo la platica en la ciudad, cosa que no debe gustarles a todos aquellos que tenían el presupuesto de Santa Marta como un botín personal.
En estos últimos años le cambiaron la cara a toda la zona del mercado, hicieron tremendo camellón en la avenida del Río, recuperaron parques y espacios públicos, construyeron el puente de La Lucha, están construyendo una megabiblioteca, casi terminan el parque del Agua, están remodelando instituciones educativas y ya casi terminan dos nuevos colegios. Solo por citar ejemplos, porque son muchos los frentes de obra existentes.
Esas obras claro que están embelleciendo la ciudad. Y una ciudad bonita, aunque parezca increíble, eleva la autoestima colectiva del pueblo samario, que ya se iba acostumbrando, como dije, a ser la cenicienta peor tratada del Caribe. El orgullo samario renace. Si Santa Marta continúa con este estilo, en poco tiempo veremos al Unión Magdalena, el Ciclón bananero, como protagonista de la categoría A del fútbol colombiano. No es pan y circo. Un equipo de fútbol une los corazones en torno a una causa común, y su camiseta es como una bandera que va de viaje por otras ciudades. La ciudad estaba tan jodida antes que a nadie se le ocurría sacar pecho con la camiseta del Unión. Hoy es otra la historia. Santa Marta necesita su equipo tanto como necesita su nuevo estadio (que ya lo están construyendo).
Faltan cosas, claro que faltan, y quisiera sugerir algunas. La recuperación total del polideportivo, incluyendo el diamante de béisbol, las piscinas y el antiguo estadio; y una campaña educativa de largo aliento para enseñar a los samarios a manejar las basuras, que incluya canecas en las playas y policías a la entrada de estas para educar a los bañistas, sean o no turistas.
Capítulo aparte merece la recuperación para la ciudad del edificio que tiene la Policía en la calle 22 entre segunda y tercera. No son ganas de incomodar a la Policía Nacional. Creo que la Policía necesita una sede nueva, construida con sus propias especificaciones técnicas, que esté a la altura de una policía moderna; y pienso que en la edificación que tienen ahora se puede hacer el mejor centro cultural de la ciudad. Entre otras cosas, porque no existe uno de la ciudad. El de San Juan Nepomuceno es de la Universidad del Magdalena y no da abasto para todas las necesidades que tiene esta nueva Santa Marta.
Nota: más temprano que tarde espero ver a mis sobrinos samarios, Jero y Guillo, luciendo con orgullo la camiseta del Unión, el Ciclón bananero.
CRISTIAN VALENCIAcristianovalencia@gmail.com
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