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Las histéricas

El ‘Ni una Menos’ no puede ser un instrumento más de manipulación femenina.

Claudia Palacios
Ni se lo merecía ni se lo buscó, y quien la agredió debe ser castigado, pero su comportamiento es una vergüenza para el género femenino. No digo su nombre porque no se trata de ella per se, que resulta un mero ejemplo de lo que son muchas.
Pero quienes han seguido las redes sociales y las noticias sabrán cuáles son los hechos que me llevan a hablar de este tema. Me pregunto qué lleva a una mujer, a estas alturas de la historia, especialmente a una con cierto nivel educativo, a expresarse con sus berridos en vez de con su dignidad e inteligencia. ¿No que es por inteligentes que queremos que se nos valore?, ¿será un legado de las telenovelas con las que nos han bombardeado?
Hace unos años podría verse como algo muy valiente y hasta digno de celebración, por ejemplo, que una mujer le pegara una cachetada a un hombre. Las protagonistas de las telenovelas nos mostraban el rol de la mujer que sufre y aguanta, o el de la que trepa e intriga: llorar o manipular, en un rango entre eso se movía el destino de cualquier mujer que quisiera ganar protagonismo. Por fortuna, hace rato el rol de la mujer que piensa, que trabaja en franca lid, que tiene convicciones firmes y las defiende hasta imponerse es bien visto por la sociedad, a pesar de los retos para que sea valorado en todos los ámbitos. De manera que escribo esto porque creo que no por expresar solidaridad con la mujer maltratada se debe hablar más pasito de la mujer maltratadora o ignorarla.
El ‘Ni una Menos’ no puede ser un instrumento más de manipulación femenina. Digo “más” porque a muchas les han enseñado desde niñas a lograr lo que quieren haciendo uso de sus encantos, de sus hormonas y de sus pataletas, y luego, ¡con qué cinismo!, se quejan de que no son tratadas con respeto o en igualdad de condiciones.

No por expresar solidaridad con la mujer maltratada se debe hablar más pasito de la mujer maltratadora o ignorarla.

Quienes tenemos hermanos e hijos varones no quisiéramos que ellos cayeran en las manos de esas histéricas, así que a ellas quiero recordarles que la histeria es un trastorno sicológico –que también padecen los hombres–, definido como un mecanismo para resolver un conflicto o una frustración cuyo tratamiento consiste en una terapia de psicoanálisis para reeducar el carácter y encontrar nuevas formas de reaccionar.
Entonces, queridas histéricas, en vez de sobreactuarse y victimizarse, pidan cita ya. Sus gritos, aspavientos y shows atentan contra las conquistas de miles de mujeres que a diario luchan por la equidad laboral, contra la violencia intrafamiliar, o contra el acoso sexual. Ustedes ponen en riesgo el legado de esta generación de mujeres. Guárdense sus pucheros, y en vez de afilarse las uñas afilen sus neuronas para estar a la altura de los retos y oportunidades del mundo del #MeToo, del #SheInspiresMe, del #HeForShe, del #AhoraEsElMomento y de tantas consignas que nos definen como mujeres del siglo XXI.
Curiosidad: en el pasado, la histeria –dicen los libros– era considerada una enfermedad cuyo tratamiento era el coito, porque, según los médicos de hace varios siglos, daba por ausencia de actividad sexual. De hecho, la enfermedad debe su nombre a la pronunciación de la palabra griega hyaterá, que significa útero. Las pacientes eran en su mayoría vírgenes, monjas o viudas. Y como no todas tenían compañero para poder cumplir con el tratamiento, los médicos les hacían estimulación vaginal con sus manos. Tal era la demanda que les correspondió a las comadronas ayudar a aplicar el curioso remedio, y luego se inventaron los llamados consoladores, a los que –como con el sildenafil– luego les encontraron un uso más comercial. ¡En buena hora no fuimos de otras épocas!
CLAUDIA PALACIOS
Claudia Palacios
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