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¡Un clavo no saca otro clavo!

Dañar y pintorretear los espacios de la cuidad para manifestarse es solo una muestra de intolerancia

Claudia Hakim
Hay una razón para el optimismo en medio de la actual coyuntura. Se trata del liderazgo que han mostrado los representantes de la cultura en el movimiento de protesta. Cantantes, directores de orquesta, bailarines, instrumentistas, actores, percusionistas, escritores, pintores y muchos otros profesionales de la vida creativa nacional se han manifestado con claridad, énfasis, altura y sin necesidad de agredir a los demás ciudadanos.
En este fenómeno tan interesante hay dos aspectos claves. Primero, la cultura fue, como casi todos los sectores de la economía, duramente golpeada por la pandemia. El cierre de los sitios de reunión (teatros, salas de concierto, salas de exposición) puso contra las cuerdas a muchos. Esta ha sido la peor crisis de la historia, y todo muestra que el de la creatividad va a ser el último sector en recuperarse por las restricciones de aforo, que continuarán siendo la regla. Así que la crisis se puede alargar si no se hace algo para remediar esta situación.
Los artistas y las instituciones que los acogen la están pasando muy mal y parecen condenados a sobrevivir poniendo el sombrero y a trabajar con las uñas. Es lo que explica tanta insatisfacción: es una injusticia que del trabajo creativo no se derive, como ocurre con cualquier otra actividad productiva, el derecho a una vida digna. Eso nos retrata a los colombianos de pies a cabeza. La estrategia para impulsar el arte y la cultura en el país ha fracasado, y es necesario repensarla con urgencia.
Pero el malestar en la cultura colombiana no tiene que ver solo con la recesión. La profunda crisis que atraviesa el país es moral, estética y cultural. Por eso, los artistas salen también a manifestarse contra la violencia, la inequidad, la pobreza, la exclusión y todo aquello que afecte la dignidad humana. La pandemia ha puesto en evidencia esta crisis de valores.
Los creadores tienen, por naturaleza, una perspectiva humanista, democrática, no excluyente. Así que ser pintor, escultor o músico y vivir en este país significa dar testimonio doloroso de ello; para un creador resulta imposible ser indiferente ante tanta atrocidad. Ellos, los artistas, nos están diciendo que Colombia está enferma y necesita ser curada.
Así como no aceptamos el vandalismo ni la violencia estetizada, debemos poner de relieve las manifestaciones justas, con altura y hasta bellas de muchos autores durante esta coyuntura. Escuchar a los creadores y atender sus demandas es el primer paso para construir un país en el que quepamos todos realmente.
Respecto de ello, el crítico de arte Eduardo Serrano me ha comentado una perspectiva bien interesante sobre el impacto del arte urbano y su contraste con el canon tradicional y los desafíos que se imponen en el uso de los espacios públicos: “Este tipo de arte ha hecho cada vez más evidente su dominio del espacio público, su recursividad en materia arquitectónica, sus crecientes conocimientos técnicos, su espíritu investigativo, y su voluntad experimental, habiéndose convertido en una especie de novedoso y vital laboratorio social y cultural”, me escribió.
Sin duda hay muchos elementos de análisis y de debate en este movimiento que, en cualquier caso, debe significar el uso inteligente de aquellos bienes que son de todos y la intervención solo de los espacios establecidos para la creatividad. Pero otra cosa es dañar y pintorretear los espacios de la cuidad para manifestarse. Eso que ahora les dio por llamar “arte callejero” está lejos de ser arte, porque interviene con agresividad las obras de otros artistas. Esas acciones dan en el clavo acerca de la difícil situación que atravesamos como sociedad, y se hace necesario que abordemos con efectividad esas agresiones. Pareciera que esos ‘artistas’ solo buscaran sus quince minutos de fama. Por esa vía no se llega a la posteridad. Es solo una muestra de intolerancia que algunos pocos quieren volver canon. Inaceptable. Mientras unos crean, otros destruyen. Es claro que un clavo no saca otro clavo.
Claudia Hakim
Directora del Museo de Arte Moderno de Bogotá
Claudia Hakim
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