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Al caído, caerle

En Beirut quedó en evidencia una profunda y admirable cultura de respeto por lo ajeno.

Claudia Hakim
Hace un año, en los comienzos de agosto, la humanidad fue sacudida y estuvo de luto por una explosión solo comparable con un bombardeo como los de la Segunda Guerra Mundial. Gracias a las redes sociales, vimos en vivo y en directo cómo en cuestión de segundos buena parte de Beirut, una de las ciudades más antiguas del mundo, quedó completamente destrozada.
Mis antepasados nacieron en esa hermosa capital, y he tenido el privilegio de visitarla. Pero no son estas las razones por las que he decidido hablar de lo que allí ocurrió el 4 de agosto de 2020.
Quiero destacar lo que su gente demostró en una circunstancia atroz que dejó más de 200 muertos y unos 6.500 heridos. La cultura es, sin duda, la manera como se hacen las cosas y se expresa en el comportamiento de cada ciudadano.
Al explotar en el puerto toneladas de material inflamable, la muerte y la destrucción se difundieron por la ciudad, tocando las puertas de muchos hogares. La zona céntrica –en donde se encontraban un hermoso museo y la mayoría de los almacenes de lujo– fue destruida totalmente: objetos de valor quedaron esparcidos por el suelo entre los vidrios y los anaqueles rotos; había joyas, relojes, accesorios costosos y todo lo que se ofrece en esos establecimientos famosos a nivel mundial.
Lo sorprendente para los que hemos tenido que ver comportamientos muy censurables en los últimos meses, aquí en Colombia, es que después de esa terrible tragedia nadie tomó estos objetos que estaban allí al alcance del primer oportunista que los viera. A ninguno se le ocurrió beneficiarse de ese momento doloroso y de confusión para apropiarse de lo que no le pertenecía. Cuando los sobrevivientes estaban recuperando el aliento, comenzando a caminar por los espacios derruidos, solo pensaron en ayudar a los demás.
Quedó en evidencia una profunda y admirable cultura de respeto por lo ajeno; esa es una reverencia total por la dignidad humana.
Líbano ha sido un país afectado por muchos años de guerra, problemas económicos y una sociedad dolida. De hecho, derivadas de este último fatal accidente, se han presentado manifestaciones de insatisfacción generalizadas en contra del Gobierno. Pero ese gesto de la ciudadanía durante la tragedia muestra el talante de aquella sociedad milenaria: la actitud de la gente fue una verdadera joya que se alzó brillando en medio del infierno de destrucción en Beirut.

La cultura es, sin duda, la manera como se hacen las cosas y se expresa en el comportamiento de cada ciudadano.

Ese es el tipo de comportamientos que debemos exaltar en Colombia para propiciar un cambio cultural verdadero antes de actuar con desdén y violencia, como se ha visto este año en muchas ciudades nuestras donde el saqueo ha dominado. Es necesario pensar hasta dónde van nuestros derechos y nuestros deberes. El límite de nuestros actos tiene que ser el otro, el prójimo.
Esto nos pone a pensar que, en nuestro país, son pocos los colegios que incluyen dentro de sus áreas de aprendizaje la Educación Cívica. Se le ha otorgado poca importancia a la educación para vivir en comunidad; la formación académica debe continuar orientada a preparar a las personas para que participen en la construcción, mas no en la destrucción de la sociedad; desde la educación preescolar se debe continuar incluyendo un tiempo de aprendizaje para inculcar estas normas cívicas y valores como el respeto, la prevalencia del bienestar colectivo sobre el bienestar individual y la no violencia en la solución de los conflictos; todos ellos, principios que tanto se han perdido en nuestra sociedad y que necesitamos para tener una sana convivencia.
En nuestro país hemos visto muchos episodios de ‘al caído, caerle’: justo cuando alguien está en desgracia hay quienes se aprovechan de esa circunstancia para agredir, robar o destruir; falta absoluta de empatía, que es la facultad sobre la que se funda la humanidad.
Solo si buscamos una cultura del respeto por los demás, Colombia comenzará a merecer el título de país desarrollado, para que vuelva a ser el mejor vividero del mundo. Por esa vía renacerá la cultura colombiana y podremos convivir en paz. Es hora de volvernos grandes, como siempre lo hemos querido.
CLAUDIA HAKIM
(Lea todas las columnas de Claudia Hakim en EL TIEMPO, aquí)
Claudia Hakim
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