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Tan sociables y tan solos

Las relaciones personales cara a cara son, literalmente, una cuestión de vida o muerte.

Cuando el gobierno de Gran Bretaña decidió nombrar este año su primer ‘ministro de la soledad’, hubo burlas de todos lados.
Muchos bromean que es porque salir de la Unión Europea convierte a la nación británica en una isla aislada y solitaria. Pero podría considerarse como un intento de buscarle solución al hecho de que el mundo sufre una crisis de soledad.
Millones de personas están solas y sufriendo desconexión social hoy, cuando la tecnología, como nunca antes, nos ofrece conexiones.
La soledad de hoy no tiene nada que ver con la soledad de tiempos sin internet, cuando era rutina tener largas llamadas por teléfonos de cuerda, escribir cartas que iban por correo, encontrar y conversar personalmente con otras personas.
Hace una década, Facebook, Google y Apple prometían ayudarnos a crear relaciones y comunidades significativas, y lo que ha ocurrido es una explosión de relaciones vacuas y abuso de la privacidad. La gente conectada puede tener cientos de ‘amigos’ en Facebook, Twitter e Instagram, pero cuando se trata de verdaderas relaciones humanas no hay otra manera de construirlas que a la ‘antigua’.

Millones de personas están solas y sufriendo desconexión social hoy, cuando la tecnología, como nunca antes, nos ofrece conexiones.

La soledad, esa sensación de aislamiento acompañada por un sentimiento de alienación, es parte de la condición humana. Hasta la Biblia tiene referencias al infeliz estado. En nuestros días incluso se habla de una epidemia.
La cura, que parece tan obvia, es tema de serios análisis. El más reciente viene de la Universidad de Oxford, que encontró una ‘nueva’ fuente de felicidad: comer en compañía.
El estudio prueba que quienes comen con otras personas se sienten contentos, más satisfechos con sus vidas y consigo mismos y tienen redes más amplias de apoyo social y emocional.
No es la primera vez que un estudio importante sugiere un vínculo entre comer acompañado y felicidad. Comidas compartidas son un ritual social ancestral, un lugar de conversación, narración de historias, comentarios sobre lo que está sucediendo y cercanía. Un rato de unión y comunión en nuestras vidas a menudo caóticas.
En esta columna he escrito en varias ocasiones sobre la relación directa entre tener amigos de carne y hueso y la felicidad. El nuevo estudio es una prolongación de la misma idea. Cuando comemos en compañía se activa el sistema de endorfinas en el cerebro. Las endorfinas son opioides químicamente relacionados con la sensación de bienestar, y eso es lo que se obtiene compartiendo actividades con otras personas incluyendo contacto físico como palmaditas, abrazos y caricias.
Si consideramos los daños físicos que puede causar la soledad, las relaciones personales cara a cara son, literalmente, una cuestión de vida o muerte.
Si la soledad se deja sin tratar no solo es dolorosa psicológicamente, sino que tiene consecuencias físicas. Alguien solo y aislado tiene más probabilidades de padecer una enfermedad importante a largo plazo, como problemas coronarios, cáncer, diabetes, bajas defensas, depresión y una reducción en la duración de la vida similar a la causada por fumar 15 cigarrillos al día.
Los humanos somos animales sociables, diseñados biológicamente para necesitar contacto con otros humanos e interacción cara a cara desde el momento en que nacemos. Reemplazar el contacto personal con amigos y familiares por mensajes en las redes sociales, correos electrónicos o mensajes de texto es conductivo a aislamiento y depresión.
Por eso le comparto el consejo de uno de los autores del estudio sobre comida en compañía y felicidad: “Pasar tiempo juntos es alimento social. Entonces, en lugar de enviar mensajes de texto a un amigo o de enviarles mensajes en las redes sociales, ¿por qué no llamar a su puerta, mirarlos a los ojos y hacer que ambos se sientan mejor?”.
CECILIA RODRÍGUEZ
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