El juicio del ‘monstruo del momento’, Harvey Weinstein, acusado de depredador sexual en serie, promete ser un espectáculo de circo en el que la realidad y la ficción serán difíciles de distinguir.
Después de que su nombre se convirtió casi en sinónimo del movimiento #MeToo (#YoTambién), con el número de sus víctimas acumulándose (hasta este mes, al menos 100 mujeres lo acusan de abuso sexual o acoso) y decenas de hombres poderosos siendo despedidos por mala conducta sexual, la esperanza de lograr una sentencia justa se vuelve difusa ante la posibilidad de que el juicio se torne en un show cinematográfico y mediático interminable.
Weinstein, de 67 años y quien fue uno de los más poderosos productores de Hollywood, es inculpado de cinco casos de asalto sexual de carácter predatorio, actos sexuales criminales y violación. De ser encontrado culpable, podría recibir cadena perpetua.
Si estos primeros días son indicativo de lo que viene, la justicia tendrá un papel secundario y los protagonistas serán los ataques, las mentiras, los juegos legales sucios y las apariciones de grandes estrellas del panteón hollywoodiano en la corte.
Este show apenas ha comenzado, y la lección aparente es que el movimiento #MeToo tiene todavía un largo camino por recorrer
El primer día del juicio en Manhattan estalló en un intercambio de furiosos insultos entre abogados que se acusaban de comportamiento “abominable”, “degradante” y “humillante”. Al día siguiente, la defensa presentó una moción en la que pedía retirar al juez, argumentando que no es imparcial por amenazar con cárcel a Weinstein por usar sus teléfonos celulares continuamente en la corte.
Siguió el litigio para encontrar jurados que no hayan sido, de una manera u otra, contaminados por la información sobre uno de los casos más publicitados de nuestros días. Es muy difícil encontrar jurados sin una opinión sobre el caso o que no hayan sido víctimas directas o indirectas de acoso sexual o no tengan familia o amigos afectados.
Luego está el lado cinematográfico del procedimiento, en el que Hollywood, con su cultura misógina y sexista, también estará en el banquillo y grandes estrellas como Salma Hayek y Charlize Theron serán llamadas a testificar. Otra distracción enorme en el camino hacia una sentencia justa, que es de inmensa importancia para quienes han sufrido acoso sexual en el lugar de trabajo.
Weinstein, a quien se ha visto recientemente caminando sin ayuda, decidió cínicamente actuar el papel de víctima, demacrado, cojeando agarrado de un caminador de metal al que le puso bolas de tenis en las patas como cualquier viejito desvalido de película de Disney.
La estrategia de Donna Rotunno, la principal abogada del mejor equipo de defensa que el dinero puede pagar, con un largo historial de representar a hombres acusados de agresión sexual, es que “las mujeres son responsables de las decisiones que toman”.
Así espera despojar a Weinstein de la responsabilidad y ponerla en las mujeres de las que él abusó.
Según ella, cambiar su cuerpo por trabajo es parte de lo que las mujeres aceptan cuando ingresan a Hollywood y, por extensión, a otros trabajos. El otro argumento es que los encuentros de Weinstein con las mujeres que lo acusan fueron consensuados.
Después de admitir inicialmente que necesitaba ser una mejor persona, citando al rapero Jay-Z –“no soy el hombre que pensé que era, y es mejor ser ese hombre para mis hijos”–, y de prometer “hacer lo correcto”, Weinstein ha cambiado de táctica.
Ahora no se responsabiliza pública o privadamente de nada y, según informa The New York Times, está a punto de llegar a un acuerdo económico con más de 30 mujeres que dicen que las hostigó, agredió o violó. El seguro de su compañía de producción asumirá el pago de 25 millones de dólares. Weinstein y su equipo simplemente han dejado atrás la campaña inicial de rehabilitación y admisión de responsabilidad por sus actos. Ahora se trata de pagar a diestra y siniestra.
Este show apenas ha comenzado, y la lección aparente es que el movimiento #MeToo tiene todavía un largo camino por recorrer.