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El detestable secreto de la juventud

El estilo de vida sin mayor actividad física de nuestros tiempos nos está matando.

¿Está usted entre quienes saben la importancia de hacer ejercicio, se proponen empezar una rutina juiciosa, la abandonan con miles de excusas y se sienten culpables por no mantenerla?
El consuelo es que no está sola o solo. La relación humana con ejercicio es complicada y lo ha sido siempre. Cada año, cientos de millones de personas que se prometieron incluir ejercicio en sus vidas diarias enfrentan la realidad de que no lo lograron.

Sin ejercicio regular y enérgico, las probabilidades de vivir menos tiempo y en peores condiciones de salud aumentan. El estilo de vida sin mayor actividad física de nuestros tiempos nos está matando.

Las búsquedas de ejercicios en Google alcanzan su pico en enero, al igual que el rastreo en las redes buscando “ejercicios de escritorio” y “entrenamientos fáciles”.
Lo que no es un consuelo es que sin ejercicio regular y enérgico, las probabilidades de vivir menos tiempo y en peores condiciones de salud aumentan. El estilo de vida sin mayor actividad física de nuestros tiempos nos está matando.
Ejercicio regular es la cura milagrosa no solo para estar en forma y vivir más tiempo, sino para ayudar a reducir en al menos un 30 % el riego de problemas cerebrovasculares, algunos tipos de cáncer, depresión, enfermedades cardíacas y demencia. El riesgo de cáncer de intestino se reduce en un 45 % y de osteoartritis, presión arterial alta y diabetes tipo 2, en un 50 %.
“Hombres y mujeres mayores que han tenido una vida activa con ejercicio regular por décadas tenían músculos que no se podían distinguir en muchos aspectos de los de jóvenes de 25 años” según un estudio reciente sobre el cual escribí para Portafolio.
“Los septuagenarios incluidos en el amplio estudio tenían capacidades aeróbicas mucho más altas que la mayoría de sus contemporáneos y biológicamente eran unos 30 años más jóvenes, en condiciones cardiovasculares, que sus edades cronológicas”.
Dada la realidad de la lucha humana persistente con el ejercicio, es válido preguntarse si se trata de algo intrínseco a esta época de vidas y trabajos cada día más sedentarios.
El ejercicio, para la mayoría, es otra tarea en un día cargado de obligaciones laborales, domésticas, paternas, y, como el principal beneficiario es uno mismo, se vuelve una de las más fáciles de eludir.
¿Cuántas bicicletas fijas compradas en momentos de buenos propósitos se llenan de polvo en un rincón? La lista de aparatos y ayudas olvidadas en un cajón es larga: básculas, lazos para saltar, barras y pesas, aparatos para ejercitar las piernas desde el escritorio, cinturones vibradores, fajas, tiras elásticas, manuales de jogging, discos compactos de aeróbicos, yoga, zumba...Cada época ha traído una nueva tendencia de ejercicios y consejos para ponerse en forma.
Como especie, sin embargo, somos cada vez más inmóviles con ayuda de la tecnología que nos facilitan más y más tareas que requerían gran esfuerzo físico. El registro de fósiles antiguos de nuestros antepasados cazadores-recolectores muestra que muchos eran más fuertes y estaban en mejor forma que atletas olímpicos de hoy. Los ambientes urbanos modernos no invitan al movimiento. No es fácil acumular kilómetros de caminatas, correr o usar bicicletas cuando las ciudades se construyen para dar prioridad a los autos.
Según numerosas encuestas, el 86 % de la fuerza laboral actual está en empleos sedentarios, y el resultado es que nuestros huesos son más delgados y nuestros músculos más débiles, mientras las enfermedades cardíacas y los problemas cerebrovasculares son responsables de aproximadamente 17 millones de muertes al año, según la OMS.
Mi intención no es asustarlo, sino darle argumentos para incorporar ejercicio regular no como moda, opción, complemento o propósito de nuevo año para olvidar en febrero, sino como la manera de mantenernos vivos, en las mejores condiciones de salud física y mental posibles y como parte de su cotidianidad, igual que comer y dormir.
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