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Serenidad frente a la agresividad

Proliferan las expresiones agresivas que no conducen a que nuestra sociedad empiece a reconciliarse.

No estamos viviendo momentos fáciles, y cada semana es peor que la anterior. Esa amabilidad que ha caracterizado al pueblo colombiano desaparece día a día, nada menos que debido a quienes son o simplemente se consideran los líderes de este país. Se ha olvidado de que, precisamente, quienes ostentan esas altas dignidades tienen la obligación de manejarse dentro de las reglas mínimas de convivencia que demanda toda sociedad civilizada. Es decir, proliferan las expresiones agresivas, llenas de odio, que no conducen a sentar las bases para que nuestra sociedad empiece a reconciliarse después de décadas, y tal vez siglos, de confrontaciones de todo tipo. Unas expresiones llenas de sangre y otras llenas de voces envenenadas.
¿Cómo se puede sobrevivir en medio de este ambiente pesado, lleno de agresiones verbales y actitudes y decisiones que se limitan a favorecer o perjudicar a individuos? ¿Cómo se puede tener ese espíritu tranquilo para realizar esas labores que demandan nuestras respectivas responsabilidades? En otras palabras: ¿cómo manejar estos momentos frente a esas nuevas generaciones, todavía llenas de esperanza y que ingenuamente creen que pueden cambiar el mundo? Estas son solo algunas preguntas, entre muchas, que requieren respuestas o, al menos, sugerencias para construir puentes que permitan a esta sociedad pasar la página y abrir la de avanzar hacia el camino de la esperanza y la paz.
Produce pánico cuando entramos a internet a ver cuál es la última noticia: Paloma Valencia insultando a un congresista del partido Farc; el expresidente Uribe descalificando a la Corte Constitucional; otros miembros del Centro Democrático, como la senadora Cabal, promoviendo una constituyente, obviamente para acabar con la JEP y el proceso de paz. Pero, además, sentimos escalofríos cuando las nuevas propuestas de leyes son para salvar a Uribito, sin pensar en el profundo daño que le harían a la sociedad con la famosa retroactividad de una ley que sacaría de la cárcel a muchos delincuentes comprobados.
Respiremos profundo, la serenidad es necesaria para actuar consecuentemente con los retos de la realidad actual. Solo así se impedirá que el partido de gobierno crea que su poder es omnímodo, que la democracia muera si no se respetan los poderes que la conforman; que un mínimo de pluralismo es necesario para tener gobernabilidad, y que no se puede legislar ni gobernar olvidando el interés general. En síntesis, el odio solo genera odio, y en medio de un clima así, no se puede avanzar hacia nada positivo.
Para completar, en semejante contexto, el presidente Duque se siente lejano y opta por prioridades distintas a enfrentar las soluciones, que pasan necesariamente por su capacidad de resolver conflictos. Se va a Chile a acabar con Unasur y reemplazarla por Prosur, otra de esas instancias internacionales que mucho cuestan y poco hacen. Además, en contradicción con la reacción del Gobierno, que se enfurece cuando los organismos internacionales le critican sus actuaciones y sus decisiones.
Solo nos queda enfrentar estos momentos con serenidad para actuar, demostrar que los demócratas somos más, que la paz es de los colombianos y que la defenderemos hasta que se consolide. El poder político tiene que someterse a las reglas de esta democracia, y seguiremos en la búsqueda de verdaderos líderes que hagan de Colombia el país que debe ser. No son propósitos menores, y exigen lo mejor de aquellos que, por distintas razones, nos seguimos sintiendo responsables del presente y el futuro de nuestra nación.
Frente a esta agresividad enfermiza y a las decisiones con intereses creados, solo queda la serenidad, pero no pasiva, sino todo lo contrario, como el elemento fundamental para actuar en la dirección correcta, defendiendo esos principios democráticos que empiezan por la construcción de un país en paz. ¿Será posible que estas voces conciliadoras encuentren algún eco entre aquellos que solo se sienten cómodos en medio de confrontaciones, necesarias o no?
CECILIA LÓPEZ MONTAÑO
cecilia@cecilialopez.com
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