Han pasado quince largos días desde que los colombianos vivimos el shock de los resultados del plebiscito: unos con mucha tristeza y todos con gran sorpresa. El resultado es que no entró en efecto el Acuerdo de Paz y crece la incertidumbre. Hoy, los jóvenes, los maestros, los empresarios, las organizaciones civiles y hasta los del No, no-uribista, piden #Paz-Ya.
Pero no nos digamos mentiras, el uribismo sigue en las mismas: reclama paciencia a un país que ha esperado durante más de 32 años de ilusiones fallidas, y después de seis años de negociación seria, una paz que se dilata por propuestas que van como una flecha envenenada al corazón del Acuerdo.
Cuál podría ser un rápido balance hasta hoy de esta interinidad que a muchos trasnocha dentro y fuera del país. Lo más positivo llegó para quedarse: el despertar ciudadano de nuestra juventud que nos ha dado no solo un ejemplo de cómo se ejerce la protesta de manera democrática, sino que nos ha motivado a acompañarlos en sus manifestaciones pidiendo #AcuerdoYa.
Los motivó la conciencia de que su generación es la que finalmente vivirá el resultado de empezar la paz o continuar el conflicto. Muchos de nosotros nos iremos, pero es esta juventud colombiana la que tendrá el manejo de ese futuro que puede ser tan gris como el que muchos hemos vivido, o lleno de esperanza, de progreso y de algo que se creía tener: felicidad.
Debe destacarse la solidaridad del mundo con Colombia. Lejos de quedarse en la crítica por el rechazo nacional a la paz, así haya sido por un pequeñísimo margen, no solo esperan con paciencia que resolvamos nuestras increíbles contradicciones, sino que mantienen la fe en este proceso, un compromiso muy superior al demostrado por algunos colombianos.
Desde el Nobel de Paz al presidente Santos, que premió su gran esfuerzo; la permanencia de Naciones Unidas y sus funcionarios, hasta el respaldo unánime de líderes e instituciones internacionales merecen nuestro agradecimiento.
Cómo negar el campanazo por la paz del editorial de ‘The New York Times’, que le pide al expresidente Uribe que por su gran poder en Colombia demuestre su capacidad de estadista, entre otras, para no perder su legado. El NYT dijo lo que muchos callamos en aras de no incendiar el debate, pero sentimos.
Otro hecho innegable es la quemada de la clase política colombiana. Peló literalmente el cobre al no interesarse por una votación que supuestamente no les traería beneficios personales. Nadie encuentra a algunos de los que se suponía serían los grandes protagonistas.
Sin duda, las confesiones de Vélez Uribe sobre la forma vergonzosa como se manejó la campaña uribista ayudaron al destape de esa politiquería perversa. Por suerte, nuestra juventud, hoy tan activa, acompañada por muchos desencantados con el actual ejercicio del poder político, abren las posibilidades para que la política sea de nuevo una profesión noble.
Aunque doloroso, pero muy importante, los resultados del plebiscito y las marchas nos han dado una lección muy dura a quienes se suponía conocíamos este país. Cuando escuchamos las ideas promovidas por el No –como la inexistente ideología de género implícita para Alejandro Ordóñez– de manera ligera dedujimos que por ser absurdas para nosotros, también lo serían para el resto del país. ¡Grave error!
Se nos demostró que no solo necesitamos una gran dosis de humildad, todos, sino que la desigualdad, la marginalidad, la brecha rural urbana son muchísimo más que simples datos. Son la expresión de la dura realidad de una Colombia segmentada, a la que no le hemos dado el valor que toca, en la que abandonamos a nuestros campesinos y a los más pobres. Una que nos pide a gritos construir un proyecto de nación donde todos nos reconozcamos como colombianos.
Pongámosle fin a esta incertidumbre. Presidente Santos, que su paciencia persista, pero siga firme en su potestad de conseguir la paz. Las Farc, que su ponderación continúe, y sigan dándonos ese compás de espera.
Pero, sobre todo, es hora de que asuman su responsabilidad política aquellos que frenan y nos quitan lo que tuvimos en las manos: el principio de la paz para Colombia.
CECILIA LÓPEZ MONTAÑOcecilia@cecilialopez.com
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