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El miedo del tirano

El miedo del tirano

A Venezuela lo único que le cabe en este momento es el origen del totalitarismo.

La ‘política de lo extraordinario’ es un concepto de teoría política que permite entender lo que ocurre cuando el pueblo soberano se toma el poder para fundar o refundar una nación, proceso que termina con la expedición de una nueva constitución, en la mayoría de los casos, por una asamblea constituyente. Con este hito, el poder soberano vuelve a ‘descansar’ y le da paso, de nuevo, a la política ordinaria.

Las diferencias son claras: la extraordinaria es excepcional, temporal, emana directamente del poder sagrado del pueblo para autodeterminarse, crea cambios radicales, produce revoluciones e irrumpe en la política normal. La ordinaria, en cambio, es producto de las élites políticas que se encuentran en el poder. No es fundacional y, por lo tanto, no produce las grandes transformaciones. Como ejemplos de las primeras tenemos la séptima papeleta, que dio origen a la Constitución colombiana de 1991, y la Primavera Árabe entre 2010 y 2013.

Por eso, lo que ocurre en Venezuela es indefensable a la luz de cualquier teoría política que promueva los momentos extraordinarios como aquellos que son del pueblo soberano. A Venezuela lo único que le cabe en este momento es el origen del totalitarismo, bien descrito por Hannah Arendt en el libro que lleva ese título. Lo de Maduro no es ninguna invitación al pueblo a un nuevo origen, a autodeterminarse, a crear nuevos rumbos y destinos para su bienestar. Lo de él es un desafío a la voluntad del pueblo, con el único objetivo de perpetuarse en el poder. Por eso, independientemente del número de votantes, la asamblea constituyente de Maduro no tiene legitimidad alguna, porque no busca lo más preciado de la política de lo extraordinario, que son nuevos orígenes para mejorar la vida de una nación.

Tampoco tiene defensa el régimen de Maduro a la luz de los derechos humanos, pues permanentemente asedia a los ciudadanos que no estén de acuerdo con él. Ya no bastan la cárcel ni las atrocidades que en ella ocurren. Ahora la muerte y la desaparición son instrumentos válidos para quedarse en el poder. Todos estos abusos hoy se personifican en varios venezolanos cuyas tragedias producen tristeza y solidaridad en el mundo. Sin duda, el caso más emblemático es el de Leopoldo López, quien simboliza la valentía de aquel que lucha por la libertad de un pueblo enfrentando la crueldad de un régimen.

El estado caótico en que se encuentra Venezuela es producto de un hombre preso del miedo y la ansiedad. Ante su larga lista de abusos, llegaron las severas sanciones internacionales. No obstante, él, con un pensamiento tan limitado como su expresión verbal, considera que lo único que lo puede salvar es mantenerse en el poder. Pero se pifia. Cada día que transcurre es un paso más en el hundimiento de su propio desastre. Según ‘The Economist’, en Venezuela el 93 % de la gente dice que no puede comprar comida; el ingreso per cápita regresó a los niveles de 1950 y la posibilidad de que una madre embarazada muera es del 66 %.

Cuba, que tanto se ha beneficiado de su alianza con Venezuela, sabe que el desastre se aproxima y debería ser un protagonista para evitarlo. Debe ser la encargada de generar vías de diálogo para una salida del poder negociada. Ya ayudó en Colombia a acabar una lucha armada de 50 años, puede prestar un apoyo similar en el país vecino con mucho éxito para nuestros hermanos venezolanos y para la región.

CECILIA ÁLVAREZ CORREA

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