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Manipulación y bumerán

Nos tratan de tontos, buscando tapar los desastres del pasado con la imagen de una empresa ideal.

La alarma de lo que ocurría con la represa de Hidroituango, uno de los terrores de la ingeniería nacional, tuvo en vilo al país. Fueron días, semanas en las que a los que veíamos las noticias se nos aceleraba el corazón, como si los hechos galoparan hacia una tragedia inevitable. Las imágenes que asociábamos no eran muy distintas de la tragedia de Armero.
Por la televisión, los reporteros in situ nos auguraban el peor de los desastres. Hablaban de las entrañas socavadas de la montaña, la inundación del salón de máquinas; mostraban los esfuerzos que hacían los trabajadores, el trajinar de máquinas y camiones que trataban de subir el nivel de contención de la represa antes de que el agua llegara a niveles incontenibles. La empresa, Empresa de Servicios Públicos de Medellín (EPM), y Colombia se preocupaban por presentarnos diariamente, varias veces, en diferido y en directo, mensajes del gerente y sus técnicos para tranquilizar a la población amenazada y a Colombia.
Ingenieros y expertos de distintas partes del país expresaban sus opiniones, muchas de ellas de carácter catastrófico, sobre los errores del diseño y la construcción de la hidroeléctrica. Casi diariamente aparecía el alcalde de Medellín, y ocasionalmente el gobernador. Eran tan rebuscadas las explicaciones de lo que ocurría, tan enrevesadas y confusas, que solo hacían aumentar la zozobra.

Pero ahora EPM ha desarrollado una campaña, imagino diseñada por genios de la estrategia y la publicidad, para que borremos esas dramáticas imágenes y sobresaltos de la crisis de la represa

Los periodistas ejercían su labor en la búsqueda de testimonios de los habitantes, más desesperados y confundidos que los espectadores de los medios, en los que se mostraba a algunos dispuestos a desalojar las áreas en peligro de avalancha e inundación y a otros, empecinados en permanecer en el sitio. Las lluvias caían persistentemente, y los caudales de los ríos solo auguraban lo peor. Las autoridades parecían despistadas.
Afortunadamente, casi sin mucha explicación racional para nosotros, los no entendidos en la materia, las cosas se apaciguaron. La represa contuvo lo que tenía que contener, y se calmaron los ánimos, no sin cierto recelo por lo mal que se había conducido el asunto y lo que parecían medias verdades.
Pero ahora EPM ha desarrollado una campaña, imagino diseñada por genios de la estrategia y la publicidad, para que borremos esas dramáticas imágenes y sobresaltos de la crisis de la represa, que nos condujeron a pensar que la empresa estaba llena de ineficientes que ponían en peligro la población. La televisión, la radio y los periódicos están inundados de publicidad sobre las maravillas que EPM hace en favor de todos, de su labor inigualable por la ecología, sus esfuerzos por concertar con las poblaciones, indígenas incluidas, en defensa de los derechos humanos.
Es tanta la avalancha publicitaria que crea el efecto bumerán, es decir, logra lo contrario de lo que pretende. Tanto que uno se encabrita al ver que nos tratan de tontos, buscando tapar los desastres del pasado con la imagen de una empresa ideal.
El arte de distorsionar, torcer y trucar es mucho más delicado y sutil. Veamos la poca inteligencia del engaño que hace nuestro Gobierno. No ha logrado evitar la caída de la imagen del presidente Duque, tanto en el país como en el extranjero. Su viaje fue un desastre. Para la muestra, sus mensajes al otro lado del océano, en los que, ante el terrible escándalo del asesinato de la señora Hurtado y el drama de su hijo, el Presidente se limita a ser solidario y ordenar un consejo de seguridad en el sitio. Nos creen tontos.
Es evidente que ellos saben quiénes operan criminalmente en la región, cómo se llaman, qué complicidades y contubernios tienen, cómo funcionan allí el Estado y sus instituciones. Es mejor obrar a tiempo que buscar el engaño.
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