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Año nuevo, vida nueva

Claudia representa a una corriente distinta. Sin embargo, tiene graves obstáculos que deberá superar

A punto de iniciarse un nuevo año, hay personas que deciden imponerse unas formas de conducta y unos objetivos con el fin de ser mejores y lograr más de lo que fueron y alcanzaron en el año que termina. Propósitos y promesas. Estamos acostumbrados a este ejercicio que realizan los individuos con la mejor buena fe y profunda sinceridad.
Hay todo tipo de propósitos; muchos son repetitivos y estereotipados: no comer tanto, dejar de fumar, ser más amables, respetar al que piensa distinto, no atacar al vecino y ser más cumplido en el trabajo. Muchas de esas propuestas de cambio surgen de la mala conciencia, del sentimiento de haberse traicionado a sí mismo y de no haber sido lo que se debiera por falta de disciplina y por ese humano sentido del engañarse a sí mismo.
A comienzos de este año han asumido sus cargos los nuevos alcaldes y gobernadores, como resultado de sus triunfos en las últimas elecciones. Al oír o leer algunos de sus discursos, tuve la sensación de que estaban manifestando sus buenos propósitos para el nuevo período, al igual que los pobres ciudadanos que hacen propósitos para el año.
Yo quisiera no dudar de sus buenas intenciones en la mayoría de ellos, a pesar de que la política se ha vuelto el arte del engaño. Habrá algunos de los que practican el principio de llegar a ser elegidos para, de forma incorrecta, beneficiarse personalmente y favorecer a copartidarios y familiares. Eso nos ha demostrado la historia judicial de estos años, confirmando el aforismo que muchos ciudadanos pasan de boca en boca: ‘Gobernar para robar’. Algunas veces es cierto, pero esperemos que sea mayoritariamente falso.

La alcaldesa encontrará la oposición de las mafias o carteles o monopolios que han malformado esta ciudad

Es osado e inapropiado prejuzgar. Pero gran parte de la política colombiana opera como lo afirman nuestras suposiciones. Los resultados de la mala práctica política han consolidado la injusticia, la desigualdad y la falta de libertad. El principio de dominar y monopolizar por encima del bien común y la práctica de emplear la violencia por encima de las leyes y el prometer y no cumplir nos han vuelto incrédulos de las bondades de nuestra democracia y de nuestro Estado.
Muchos ciudadanos van a las urnas mareados por la publicidad o coartados por amenazas o porque sucios políticos han comprado sus votos. Muchos otros, muy desilusionados, se abstienen de votar. Pero hay votantes que todavía lo hacen por políticos aparentemente distintos, con la esperanza de que las cosas cambien.
Yo me fijé mucho más en los discursos de los alcaldes de Cartagena y Medellín, pero, por supuesto, mi gran interés se concentró en las palabras de la nueva alcaldesa Claudia López. La nueva alcaldesa y sus aliados representan a una corriente distinta a los grupos tradicionales. Su propuesta es transformadora. Su discurso destacó muchas acciones y programas que buscan el bienestar general y, especialmente, de los grupos más jóvenes. Habló con moderación y con un cierto espíritu conciliatorio que la enaltece.
Sin embargo, al igual que todos los propósitos que las personas se hacen al comienzo del año, la alcaldesa también tiene graves obstáculos que deberá superar. Una megaciudad como Bogotá no se hace ni se arregla en un período. La alcaldesa encontrará la oposición de las mafias o carteles o monopolios que han malformado esta ciudad. Yo le deseo, sinceramente, que pueda superar, controlar o negociar con los conglomerados de los transportadores, los constructores, los que controlan mendigos y vendedores ambulantes, los contratistas de servicios públicos, los comerciantes y el cáncer de la corrupción enclavado en la administración distrital. Ojalá se cumplan sus propósitos. Su labor es ingente, pero la ciudad la necesita.
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