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La derrota de los economistas

Los políticos le ganaron la partida a los economistas en el Congreso.

En su columna en la revista Bocas del mes de noviembre, Alberto Casas Santamaría dio nacimiento a un nuevo partido:
“Ante la falta absoluta de políticos que apoyan el mamotreto gubernamental”, la ley de financiamiento presentada por el ministro Carrasquilla al Congreso, “surgió el Partido de los Economistas (PE)”, escribió Casas. Sin embargo, “por más municiones que le aporte al debate, es incapaz de derrotar a los políticos. Los exministros de Hacienda saben perfectamente que tienen que conciliar con ellos”.
En esta oportunidad, los economistas no solo fuimos incapaces de derrotar a los políticos (y al Gobierno), sino que nos ganaron la partida en el Congreso y seguramente la ganarán también en la fijación del salario mínimo para el 2019 y en la aprobación de la nueva prima laboral.

Más que compartir una ideología, los tecnócratas se identifican por su capacidad para analizar rigurosamente los problemas y proponer soluciones.

Lo del Partido de los Economistas puede sonar a chiste bogotano, pero tiene mucho fondo. En Colombia, como lo muestran distintos estudios académicos, se vino formando una tecnocracia económica desde los años cincuenta y sesenta del siglo XX, que contribuyó a la formulación de una política económica seria y desempeñó con éxito cargos altos en el Estado. Así lo han reconocido las entidades multilaterales, las universidades, las calificadoras de riesgo y los inversionistas nacionales y extranjeros.
Más que compartir una ideología, los tecnócratas se identifican por su capacidad para analizar rigurosamente los problemas y proponer soluciones. Hay algunos más liberales en lo económico que otros. En política, los hay conservadores, liberales y de izquierda. Pero en lo que sí se identifican es en la prioridad que otorgan a la estabilidad de la economía medida por el control de la inflación y de la tasa de cambio. Por detrás de la estabilidad subyacen el equilibrio fiscal, el de la balanza de pagos y la buena salud del sistema financiero.
Como muchos ya nos encontramos en la tercera edad y vimos pasar mucha agua bajo los puentes, les tenemos gran temor a las crisis económicas. Porque generalmente en estas confluyen simultáneamente todos los desequilibrios. En las crisis, además, pierden todos los colombianos, cae el crecimiento de la producción, se eleva el desempleo, aumenta la pobreza, y los dueños del capital ven cómo se reduce el valor de sus activos.
* * * *
Las nuevas generaciones de tecnócratas, que por fortuna renuevan la sangre en el Partido de los Economistas, están muy bien preparadas y son posiblemente más exigentes que las anteriores. Leopoldo Fergusson, profesor de la Universidad de los Andes, por ejemplo, promovió la semana pasada la firma de una carta al Congreso solicitando eliminar de la ley de financiamiento cerca de 9 billones de pesos en exenciones que no solamente atentan contra la equidad, sino contra el recaudo tributario. En un artículo aparecido en La Silla Vacía, Fergusson anotó que se requería “ir más allá: incorporar en esta reforma un mandato para que el Gobierno examine y elimine todas las exenciones y los tratamientos diferenciales que hoy tenemos, cuando estas no tengan justificación válida”.
Por definición, la tecnocracia es contraria a los populismos de izquierda y de derecha. Y parecería que lo que ocurrió con la ley de financiamiento, con el alza del salario mínimo y, seguramente, con la aprobación de una nueva prima salarial, es que los políticos de derecha estarían tratando de quitarle las banderas al populismo de la izquierda.
Lo grave no es que en esta oportunidad los economistas hubieran salido derrotados. El asunto es que no se resolvió el problema sino que, por el contrario, se agudizó. Por eso se corre el riesgo de que se profundicen los desequilibrios y se prenda la mecha de una crisis futura.
¡Feliz Navidad!
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