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Itinerario de una explosión sin precedente

El país se prendió en medio de la irresponsabilidad de los dirigentes. Dejaron crecer el incendio.

Los episodios que ha vivido el país en las últimas dos semanas van a pasar a la historia de Colombia como los más graves en muchos años. Señalarán a la clase dirigente, en todos los órdenes, por su irresponsabilidad en la conducción de la Nación.
Al estallar la pandemia por el coronavirus en marzo del año pasado, la situación del país era preocupante. La polarización política, agudizada por el resultado del plebiscito en 2016, era notoria. Las protestas de finales de 2019 sacaron a la luz del día el descontento, la desigualdad y el deterioro de la calidad de vida de buena parte de la población. Si bien el crecimiento económico se había acelerado, las finanzas públicas eran frágiles; el endeudamiento público, elevado, y el desempleo y la pobreza iban en aumento.
En estas circunstancias se desató el covid-19. La producción se desplomó y el PIB se contrajo 6,8 por ciento en 2020. El desempleo se disparó, y el Gobierno tuvo que realizar un enorme esfuerzo por la vía del endeudamiento para expandir el gasto público y aliviar a la población pobre y vulnerable. Lo cual, como era de esperar, generó un problema fiscal de grandes proporciones.
La sostenibilidad futura de la deuda pública quedó en duda y se comenzó a debatir la necesidad de introducir una serie de reformas para efectuar cambios estructurales y mantener los apoyos sociales, lo que requeriría un incremento de los recaudos tributarios. El Ministerio de Hacienda preparó, entonces, el proyecto de ley que llamó de ‘solidaridad sostenible’ para presentarlo al Congreso al iniciarse las sesiones ordinarias, a mediados del pasado marzo.
¡Y se armó la de Troya! El Gobierno cometió el error de iniciar la socialización del proyecto, con reforma tributaria incluida, en el Consejo Gremial, en vez de llevarlo para su debate con los grupos políticos en el Congreso. El texto se filtró al público. Los gremios emprendieron una fuerte oposición a la reforma, estimulada por las imprudentes declaraciones del viceministro de Hacienda Londoño, enumerando los productos a los cuales se elevaría el IVA. Los dirigentes políticos se lanzaron también a la pelea, haciendo gala de su oportunismo. El asunto saltó a los medios de comunicación, a las redes sociales y a las columnas de prensa. El malestar se convirtió en rabia social.
Aún sin presentarse al Congreso, la reforma había nacido muerta. La radicación fue una formalidad, porque ya se sabía que no había los votos ni para estudiarla. La mecha de la protesta se había prendido, y el descontento social adoptó la RT como su bandera contra el Gobierno y contra el régimen. La inexperiencia y la debilidad presidencial hicieron crisis. Las ciudades se prendieron en medio de la irresponsabilidad de la clase dirigente, que dejó crecer el incendio encerrada en su casa.

Sugerencia

El paro, el vandalismo, la violencia, los muertos, los heridos, los bloqueos y el pico de covid dieron lugar la peligrosa zozobra que vivimos en estos días de agitación exacerbada. La incertidumbre sobre el futuro es grande.
La explosión de 2021 no tiene precedente en Colombia. Como tal, requiere responsabilidad, liderazgo, audacia y generosidad. Enfrentado al Bogotazo del 9 de abril de 1948, el presidente Ospina Pérez logró un acuerdo de unidad y renovó el gabinete. Nombró en el Ministerio de Gobierno al doctor Darío Echandía, un liberal en la oposición que ya había ocupado la presidencia. Y al doctor Eduardo Zuleta Ángel, un conservador prominente, como canciller de la República.
El presidente Duque, con el respaldo de todos los grupos políticos, debería hacer algo similar, con un objetivo prioritario: asegurar la transición democrática en el Gobierno, el 7 de agosto de 2022.
Carlos Caballero Argáez
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