La economía en el mundo desarrollado cambió profundamente en lo corrido del siglo XXI. Por consiguiente, también cambió la política.
La crisis financiera internacional de 2008-2009, primero; los eventos de 2016 con el ‘brexit’ y la elección de Donald Trump, después, y en los últimos tres años la pandemia con su poderoso impacto y la invasión de Ucrania por Rusia dieron al traste con el optimismo que se respiraba en los años noventa tras la caída del Muro de Berlín en 1989 y la disolución de la Unión Soviética. La síntesis virtuosa entre la democracia liberal y el capitalismo del pasado reciente es hoy en día cuestionada. Así lo analiza Martin Wolf, principal comentarista económico del ‘Financial Times’, en su libro titulado ‘The Crisis of Democratic Capitalism’ (Allen Line, 2023).
El desencanto de las gentes con el comportamiento de las economías es la principal explicación del surgimiento del populismo de derecha y de izquierda en las democracias de los países de ingresos altos. La economía “no ha satisfecho la expectativa de aumentar la prosperidad y las oportunidades para las familias, lo que da lugar a frustración y resentimiento”. Pero economía y política están estrechamente relacionadas. Si cada cual se deteriora, se pierde la confianza en el sistema y emerge el populismo.
Eso fue lo que pasó. La democracia y el capitalismo se debilitaron en los últimos veinticinco años por las crisis y por la pandemia. Y los sucesos del primer trimestre de 2023 sacaron a la luz una nueva crisis: la bancaria, producto en gran parte de las altas tasas de interés utilizadas como instrumento de los bancos centrales para abatir la inflación, causada, a su vez, por la enorme expansión monetaria que requirió el manejo de la pandemia.
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Parte importante del libro se dedica a revisar las reformas para crear economías más inclusivas y exitosas, lo mismo que democracias más saludables y vigorosas. Reformas económicas y reformas políticas que le apunten, sobre todo, al bienestar de las mayorías. Es evidente la necesidad de introducir cambios importantes para que sobrevivan la libertad y la democracia y, simultáneamente, para enfrentar los desafíos del futuro, particularmente los avances tecnológicos, la innovación, el cambio climático, la corrupción y la protección social.
“La vía de las reformas –recuerda Wolf– no es la de la revolución, sino la opuesta. No solamente es imposible sino errado tratar de recrear la sociedad desde cero como si la historia no contara para nada. El resultado de esos intentos siempre han sido la destrucción y el despotismo”. Más de fondo es cerrar la brecha entre la población y las instituciones encargadas de promover el interés público. Y cita a Edmund Burke cuando, en respuesta a la Revolución francesa, escribió que “la sociedad es un acuerdo entre aquellos que estamos vivos, aquellos que murieron y aquellos que no han nacido”. El cambio debe construirse sin despreciar ni el pasado ni el presente: la historia.
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Aunque el libro de Wolf se refiere a los problemas de los países desarrollados de Occidente, sus lecciones son cruciales para Colombia y tienen que ver, tal vez, con las limitaciones que está enfrentado el Gobierno en la discusión de los proyectos presentados al Congreso.
A los colombianos no nos gusta, por ejemplo, que se cambie lo que existe por cambiarlo, como se ha comprobado en el tema de la salud. Tampoco nos gusta que se eche reverso a un mundo que dejó de existir, como el laboral de hace 50 años, sin la informalidad rampante de hoy en día. A algunos, además, nos parece que no se puede borrar la historia a plumazos. Hay mucho por rescatar de lo que hicieron quienes ya no están entre nosotros.
CARLOS CABALLERO ARGÁEZ
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