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Secretos

Estamos en una sociedad en la que el control de información es determinante para la sobrevivencia.

Armando Silva
En la misma medida en que la sociedad de la información hace el mundo más transparente y en la que somos expuestos a todo tipo de vigilancia y control público, aumenta la necesidad de resguardarse y de vivir secretos. El secreto individual es parte de la naturaleza humana, expresada en un impulso de protección, pues compartir lo más privado puede debilitarnos, pero también, al contrario, divulgarlo bajo ciertas circunstancias se puede volver un acto saludable de liberación, como cuando un cristiano va adonde el sacerdote a soltarle sus cuitas o cuando se va al psicoanalista y se echa uno al diván a decirle (casi) todo. Los secretos públicos son tan resguardados como los individuales y pasan por leyes especiales de divulgación.
En la vida diaria somos sometidos todos los días a poner y cambiar claves de nuestros correos, reseñas bancarias o compras y tarjetas. El secreto de la clave se ha vuelto un temible ejercicio ciudadano que caracteriza este momento. Y a nivel público, como lo señala P. Fabbri, la criptografía es probablemente la disciplina matemática más desarrollada y también más vendida, ya que estamos en una sociedad en la que el control de la información es determinante para la sobrevivencia y el éxito de toda empresa, sea empresarial, de comunicación o militar. WikiLeaks pudo constituirse en uno de esos grandes esfuerzos por quitarles poder a los secretos de Estado, por una sociedad menos manipulable al poner secretos públicos a la vista.
‘Anon’, el reciente filme de Andrew Niccol (2018), si bien fantástico, es ya una pieza reveladora de los secretos individuales apropiados por el sistema, inicialmente para acabar con el crimen, pues todos estamos sujetos a una grilla donde grabamos los episodios y hasta pensamientos diarios, enorme base de datos a la que las autoridades pueden acudir para saber de indicios y comportamientos. Pero el asunto es que esos episodios se pueden editar y quitar, o poner nuevos que van a afectar la memoria de esos ‘mind’s eye’ (ojos de la mente).
Las elecciones en Colombia nos mantienen en una incertidumbre parecida a la semiótica del secreto: la ansiedad nos trasnocha por el futuro por descifrar. ¿Ganará la lógica prudente o viene un salto al vacío para instalar un régimen de ilusiones que hará trizas el país como ya se hizo con Bogotá? ¡Qué secreto nacional!
ARMANDO SILVA
ciudadesimaginadas@gmail.com
Armando Silva
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