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‘Quinoterapia’

“Papá, no te vayas y prometo tomarme la sopa”.

Armando Silva
El papá de Mafalda lo era de muchos. Se ha llegado a comparar a Quino con Borges y Cortázar para adentrarse al espíritu de una nación; creador original, difundió sus gotas de pensamiento a través de una pequeña niña, brillante y un tanto despistada, contándonos historias y angustias del hombre en el mundo, pero en especial del argentino sobre la tierra.
Argentina es la nación del planeta más psicoanalizada (OMS) y la que más cuenta con estos profesionales (200/ cien mil habitantes), ni en las épocas del desastroso corralito se dejó visitar al diván e incluso hasta se dejaba de comer carne pero no hablar con su analista. Y es que los queridos hermanos argentinos necesitan hablar. Es uno los pueblos más parlantes, y de ahí a tumbarse al sofá hay un paso. Una de las razones para esa pasión por el diván se relaciona con sus grandes migraciones: llegaban, muchos de la guerra, abandonando sus familias. En un trabajo sobre percepción entre latinoamericanos (Imaginarios urbanos), en especial los porteños son señalados como “seductores” y los “domina el verbo”.
Conocí a Quino por unos segundos. Estaba en San Telmo en el bar Británico con mi grupo de investigación urbana, y lo vimos sentado en una silla vecina, leyendo. Una de mis colegas me lo quería presentar. Cuando nos plantamos al frente, alzó la mirada, y mi amiga le dijo: “Con este escritor colombiano hacemos Buenos Aires imaginada”. Me miró unos segundos y dijo en el tono más porteño, “Che, Colombia es un sueño...”; un poco intimidado por su elogio, respondí de modo cómplice...: “Con algunas pesadillas”. Al año siguiente, Mónica Lacarrieu y Verónica Pallini publicaban el libro que edité, de la colección ciudades imaginadas, en el que Mafalda junto con Gardel, Evita y Maradona son sus personajes.
Con Quino la caricatura bordeó la filosofía y la literatura. Logró revelar lo profundo del dibujo de humor, hacernos reír y pensar, mostrarnos en trazos y palabras simples contradicciones o deseos sociales. No ofendía ni se estacionaba en un monotema, como pasa con los nuestros; no era la política, sino la vida su propósito. La muerte de Quino repercutirá en Mafalda por su profunda conexión argentina: una niña buscando su papá, y mientras lo encuentra se inventa un mundo fantástico que puede ser feliz, pero la domina la ausencia paterna: una bella caricatura sobre la muerte de su creador es justa: “Papá, no te vayas y prometo tomarme la sopa”.
ARMANDO SILVA
ciudadesimaginadas@gmail.com
Armando Silva
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