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Museo y ciudadanía

La apropiación del Museo Nacional es ejemplo de cómo lo sagrado dialoga con lo popular.

Armando Silva
La contemporaneidad significa abundancia de memoria, como consecuencia de la presencia de los medios, los tradicionales y en especial los nuevos digitales, pero también porque la misma concepción de verdad se confronta en muchas maneras, hasta el punto de que por distintas fuentes teóricas y periodísticas se impone hablar más bien de narrativas.
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El museo quizá haya sido de las instituciones que más se resistían al cambio. Por años, la mayoría seguía siendo depósito de memorias ilustres y allá estaban colgados los héroes de las historias nacionales y el arte de reconocimientos, lo que llevó a su inasistencia; eran entes con poca vida anclados en el pasado oficial. Sin embargo, al menos en lo que va de este siglo, los museos se vienen transformando, en especial en tres aspectos: en apropiarse de otros objetos no solemnes, introducir cambios en sus narrativas, que permitan acuñar miradas al futuro y en el apoyo de la tecnología.
En visita que acabo de hacer al Museo Nacional para apreciarlo en sus nuevos cambios, he quedado impresionado por su modernidad y sus atinadas y arriesgadas propuestas; siempre voy a los museos en todas las ciudades que visito y al comparar, puedo decir que este nuestro ha de estar entre los líderes de apropiadas transformaciones. Y hay un logro que no aguanto en reconocer: el nuevo público que han creado; hacen inmensas colas para entrar, los ve uno caminando, unas familias con otras y casi todas con sus hijos de la mano, rodando entre Boteros, Obregones, González, o artistas de confrontación ideológica, Granada o Giangrandi, o recientes como D. Salcedo, J. Calle, Á. Rojas... o “todo está muy Caro”. Pero estos nuevos consumidores de íconos nacionales también se detienen frente a figuras de la TV o el deporte o pesistas como M.ª Isabel Urrutia.
Su nueva directora, Juliana Restrepo, ha sabido continuar a sus antecesoras e imprimir carácter con sus creativos equipos de montaje y diseño, bajo la consigna ‘Donde cabemos todos’, y la gente les está respondiendo. Esta apropiación del Museo Nacional por la ciudadanía es el mejor ejemplo de cómo lo sagrado dialoga con lo popular, cómo la obra de pared puede interactuar con una instalación o con el museo Wiki o el muro de la diversidad, o cómo mientras se camina viendo miniaturas coloniales se pueden escuchar voces de cantos indígenas, o al final del recorrido, por qué no, tomarse un exquisito café y dialogar del arte que nos reconoce: lo que nos hace ciudadanos.
ARMANDO SILVA
ciudadesimaginadas@gmail.com
Armando Silva
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