Si uno pone en línea lo que se ha visto en los últimos días en Bogotá, puede concluir que el arte no solo pasa por un momento de gran vitalidad, sino que sus tendencias y sus contextos son múltiples. ArtBo ha logrado consolidar en un solo evento el encuentro de artistas, galerías, público y debates, y a su alrededor crecen varias iniciativas: sitios de trabajos experimentales, culinaria como obra, el libro como arte (Silueta), galerías que empujan con obra nueva y revistas que registran.
Pero estos días de ferias se encontraron con procesos de arte que ya se venían gestando, en especial con motivo de la paz. Ahí está la toma de la plaza de Bolívar, convertida en epicentro de varias apropiaciones del llamado arte público, que en buena parte se da por fuera de los museos y no trata tanto del artista, sino “un sentido cívico”, hacer público lo que está oculto con fines críticos, ponerlo a la vista, o mejor en el pensamiento activo de una colectividad. Si se arranca un recorrido desde la UN, vamos a encontrar gran diversidad situaciones plásticas.
En el Museo se podrá escuchar la intervención sonora Origen de la noche, experiencia con lo sagrado indígena que nos eriza la piel, tras entrar en un mundo nocturno que apabulla. Pero al frente, sobre el Auditorio, alguien ‘posteó’ en Facebook una intervención digital en el muro más emblemático de la UN, engalanado siempre con la imagen del Che, reemplazándola por una fogosa mujer con pechos exuberantes a la vista. Alguien le escribió: “Cómo has cambiado, Che”. Y ese sablazo a lo sagrado anuncia una era contragrafiti que se puede ver por toda la calle 26, donde la pinta revolucionaria ha entrado en una fase reflexiva y creativa. En el parque del Renacimiento ondea una gran colección de banderas, varios artistas que figuran la paz. Pero también, marchas y tomas de plazas y calles protagonizadas por estudiantes, indígenas, campesinos y distintas comunidades, con fotos, avisos, deseos, que buscan reivindicar derechos y donde la palabra ‘paz’ se convirtió en un pretexto para cambiar el mundo.
Si se ve esta irrupción del arte contemporáneo que viene consolidando acciones para movilizar memorias grupales, se encuentra en Bogotá con performances ciudadanos que van a la par y, al mismo tiempo, uso febril de las redes y nuevas maneras desacralizadoras de mitos y autoridades históricas.
Armando Silva
ciudadesimaginadas@gmail.com
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