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Trump contra Irán

Su anuncio de retomar las sanciones contra iraníes ya empezó a hacer daño a la república islámica.

Como en otros aspectos de su gestión, en el orden internacional, Barack Hussein Obama defraudó las esperanzas despertadas con su elección y que llevaron hasta la concesión del Premio Nobel de la Paz por sus ‘intenciones’. Solo cabría rescatar dos asuntos en los que trató de marcar línea más allá del seguidismo a su antecesor Bush: normalizar las relaciones con la vecina Cuba y cerrar un acuerdo con Irán para la suspensión de su programa nuclear.
Ambos son hoy objeto de destrucción masiva por parte del actual presidente, Donald Trump. En el problema iraní, puede estar en juego en las próximas semanas el futuro de Oriente Próximo.
En julio de 2015, las seis potencias dominantes del planeta con derecho a veto en el Consejo de Seguridad, además de Alemania, firmaron con Irán en la capital de Austria un acuerdo mediante el cual la república islámica persa abandonaba su programa nuclear militar, a cambio de que Estados Unidos pusiera fin a 35 años de sanciones y de que el mundo levantara el aislamiento que ahogaba la economía iraní. Obama ganó su apuesta internacional más importante desde que, en 2009, llegó a la Casa Blanca: “Hemos frenado la expansión de armas nucleares en Oriente Próximo” (...). “Las alternativas hubieran sido tolerar el Irán nuclear, o la guerra” fueron sus primeras valoraciones.

El presidente reformista Rohaní tiene dificultades para transferir al país los ingresos por la venta del petróleo, y su moneda, el rial, se ha devaluado el 35 por ciento en los últimos meses.

Por su parte, Irán se liberaba de unas sanciones internacionales difícilmente soportables y que ahogaban su economía y, en general, del aislamiento internacional como ‘Estado paria’.
De inmediato surgieron, desde los sectores estadounidenses más conservadores, argumentos contra los acuerdos, que hoy retoma el Presidente Donald Trump. Se habrían hecho “concesiones excesivas” a los iraníes, que mantendrán su capacidad para enriquecer uranio y que, al desprenderse de las sanciones económicas, ampliarán su influencia y su potencia militar.
Respecto a la primera consideración, hay que recordar que el Tratado de no Proliferación Nuclear, realizado por los poseedores de las bombas atómicas para que el resto del planeta renuncie a ellas, como hicieron Brasil, Sudáfrica, incluso Corea del Norte en un momento, y ahora Irán, establece en su literalidad “el derecho inalienable de todos los Estados a desarrollar la energía nuclear para fines pacíficos” y recoge el compromiso de las potencias con poder atómico de “facilitar el más amplio intercambio posible para los usos pacíficos de la energía nuclear”.
Irán cumplió su parte renunciando a su escalada nuclear: cerró miles de ‘centrifugadoras’, desmanteló el reactor de plutonio de Arak, clausuró su planta de agua pesada, sacó del país, con destino a Omán y Rusia, todo su material nuclear de posible reutilización militar y se abrió completamente a las inspecciones de los organismos de control nuclear de la ONU.
Nada de esto basta a Donald Trump, que ha cesado abruptamente a su secretario de Estado, Rex Tillerson, un hecho sin precedentes en un siglo, por ser partidario de mantener el acuerdo con Irán, sustituyéndolo por el halcón Pompeo, exjefe de la CIA y quien ha alardeado desde 2014 de tener planes para la destrucción de Irán.
El anuncio del presidente estadounidense de retomar las sanciones contra los iraníes ya ha empezado a hacer daño a la república islámica. El presidente reformista Rohaní tiene dificultades para transferir al país los ingresos por la venta del petróleo, y su moneda, el rial, se ha devaluado el 35 por ciento en los últimos meses, mientras que los sectores más duros del país se sienten justificados en su oposición a las posturas pacifistas y negociadoras inauguradas por él.
Quedan pocas semanas para el 21 de mayo, cuando el presidente Trump debe ratificar o denunciar el acuerdo con Irán. Los portavoces iraníes ya han anunciado que, de suspenderse el pacto, se niegan a cualquier tipo de ‘renegociación’ y que regresarían a su programa nuclear con fines militares.
Malos presagios para una de las zonas más inestables del planeta.
ANTONIO ALBIÑANA
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