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Guerra de populismos en Perú

No representan nada más que la crisis institucional peruana de los últimos años.

Desde hace 30 años Perú vive en permanente crisis. Dentro de pocos días, en medio de una complicada situación, con una incertidumbre generalizada, un fuerte cansancio social por una pésima gestión de la pandemia, y la generalización de la pobreza y la informalidad laboral, el país celebrará la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. En liza, la candidata ultraderechista Keiko Fujimori, en libertad vigilada por organización criminal y obstrucción de la justicia, y en el otro lado, la combinación de cierto progresismo social mezclado con un conservadurismo en materia de costumbres que plantea el oscuro maestro rural Pedro Castillo. Dos variantes populistas que anuncian una polarización sin remedio desde el día siguiente de la elección.
En los últimos 5 años, Perú ha sufrido 2 congresos y 4 presidentes, todos presos o encausados. Alejandro Toledo continúa en prisión preventiva en Estados Unidos. Alan García se descerrajó un tiro, cuando la gente de la fiscalía subía por la escalera de su casa en Lima para detenerlo. Ollanta Humala pasó varios meses en prisión hasta salir por el famoso “vencimiento de término”. Pedro Pablo Kuczynski permanece en arresto domiciliario. Martín Vizcarra, a la espera de que una corte decida sobre su condena a 18 meses de cárcel, fue retirado de la presidencia por “incapacidad moral” el año pasado. Manuel Merino le siguió en la presidencia: duró tres días tras las manifestaciones fuertemente reprimidas con varios jóvenes muertos. Francisco Sagasti es el último gobernante transitorio, al que sucederá un nuevo mandatario el próximo 28 de julio.
Con una ventaja en los sondeos cada vez más estrecha, Pedro Castillo fue la sorpresa de las primarias presidenciales, donde obtuvo el 19 % de los votos entre 18 candidatos. Su programa está repleto de mensajes confusos. La premisa mayor de este populista sin sostén político serio es sustituir “la economía social de mercado” de la Constitución por una “economía popular con mercados” tras una constituyente que emita un nuevo texto. Como su oponente Keiko Fujimori, propone represión general y pena de muerte contra la delincuencia. También una fuerte regulación de los medios de comunicación. Coincide con Keiko en su “programa moral”: contra el aborto, la eutanasia, el matrimonio igualitario o la educación sexual en las escuelas. Arrastra un cierto pasado preocupante como ‘rondero’, miembro de las autodefensas vecinales armadas de Cajamarca.
Por su parte, Keiko Fujimori, cuyos partidarios están pidiendo a voces en los actos electorales la “muerte” al candidato Castillo y al “comunismo” que representaría, es la hija mayor del dictador Alberto Fujimori, que cumple condena de 25 años por la muerte y desaparición de ciudadanos durante su dictadura, al que se propone indultar si gana la presidencia. Su propuesta central: “Mano dura para volver a rescatar al Perú”, y neoliberalismo desbocado en lo económico.
En suma: dos propuestas populistas antagónicas que, como señala el jurista García Sayán, “no representan nada más que la crisis institucional peruana de los últimos años”. El Zavalita de ‘Conversación en la catedral’, de Vargas Llosa, no se preguntaría hoy: “¿En qué momento se jodió el Perú?”, sino: ‘¿En qué momento levantaremos cabeza los peruanos?’.
P. S. Genocidio. Ninguno de los dos candidatos presidenciales se ha manifestado sobre un caso terrible que vuelve a ponerse de actualidad por la fiscalía después de 25 años: la esterilización quirúrgica forzada de más de 300.000 mujeres indígenas quechuas durante la dictadura de Fujimori, un crimen que ha permanecido hasta ahora en la impunidad. Se las engañaba hablando de vacunas y “reconocimientos médicos”, sin que entendieran una palabra de lo que les decían en español los sanitarios. Algunas murieron durante la intervención. Simplemente se trataba de que no nacieran más indios. El último caso de ‘limpieza étnica’ a gran escala de la historia contemporánea.
ANTONIO ALBIÑANA
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