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Gran Bretaña: ganó Trump

No es de extrañar que Johnson se haya convertido en amigo íntimo del presidente estadounidense.

Un precursor de las llamadas ‘fake news’ (mentiras disfrazadas de noticias), un personaje bufonesco del que poca gente se fía realmente, está desde el miércoles pasado a la cabeza de la quinta economía del planeta: se llama Boris Johnson. En 2008 fue el primer alcalde conservador de Londres, luego ocupó la cancillería británica con una gestión tan desastrosa que su jefa y antecesora, Theresa May, le ocultaba los más delicados expedientes porque desconfiaba de él. Ganó el liderazgo del Partido Conservador, con un mensaje centrado en una salida ‘dura’ de la Unión Europea el próximo 31 de octubre “o tal vez antes”, con acuerdo con las autoridades comunitarias o sin él, sin tener muy claro cómo va a cocinar la operación, ni las consecuencias que tendrá para el Reino Unido: un verdadero irresponsable.
Para Tony Blair, Boris “ha hecho promesas políticas sin llegar a entender si son aceptables o realizables en términos técnicos”, y el ‘expremier’ laborista concluye sus recientes declaraciones: “Su imprevisible oportunismo impide cualquier certeza sobre la coherencia de sus decisiones futuras”.
Para el columnista de ‘The Independent’ Patrick Cockburn, “a menudo se lo compara (a Boris Johnson) con Trump, pero es, incluso, más peligroso”. Mientras que el rotativo ‘The Guardian’ editorializaba el día de su toma de posesión acerca de sus planes de salida británica de la UE a cualquier precio: “Quemar los puentes con Europa es el acto de un espíritu pirómano y no el de un hombre de Estado (...), una salida sin acuerdo corre el riesgo de minar la economía, hacer estallar el Reino Unido y despertar la violencia en Irlanda”. Efectivamente, la presidenta escocesa, Nicola Sturgeon, ya ha anunciado un referéndum para la independencia de Escocia, donde 2 de cada 3 habitantes quieren seguir siendo europeos, mientras que en Irlanda del Norte, bajo administración británica, cunde el descontento ante una previsible frontera dura con sus hermanos del Estado irlandés que pertenecen a Europa.
Para el Banco de Inglaterra, los planes de Boris harán caer la economía británica un 8 por ciento del PIB, y a un costo de 100.000 millones de euros, y la inflación se disparará en la próxima década. De hecho, ya se están notando las consecuencias de los anuncios de salida de la UE, con la disminución de un 14 por ciento en la inversión extranjera y la caída de un 20 por ciento en la creación de empleo.
Como comentaba en una columna anterior, el ‘brexit’ fue una operación fraguada con mentiras, particularmente cifras falsas sobre lo que le costaba a Gran Bretaña su pertenencia a la Unión, y de cuya votación favorable en referéndum se arrepiente hoy la mayoría de la opinión inglesa. El actual primer ministro parecía predestinado para aquellas maniobras mentirosas. Durante su etapa como periodista, después de ser expulsado del diario ‘The Times’, hizo de corresponsal en Bruselas de ‘The Daily Telegraph’ y fue autor de célebres intentos de intoxicación antieuropea. Entre sus crónicas más pintorescas figura la de anunciar que se prohibían los bananos y los pepinos curvados de procedencia inglesa (cuando se trataba de una simple normativa de calidad sobre frutas y verduras); que se prohibían los quesos británicos, tras una directiva sobre la salmonela; que nadie se podría bañar en lo sucesivo en las playas del Reino Unido (cuando se recomendaba en realidad la calidad de las aguas en todos los países de Europa), o cuando anunció en su periódico una falsa regulación, respecto al tamaño de los ataúdes, hostil a Gran Bretaña.
No es de extrañar que se haya convertido en amigo íntimo del presidente estadounidense, Donald Trump, que ha sido su consejero y ha saludado la ascensión de Boris como “¡genial!”, animándolo a una salida dura de la Unión Europea que él compensará con un “fenomenal tratado comercial”.
Como destacaba el citado editorial de ‘The Guardian’ el día de su toma de posesión: “Johnson juega a ser un ‘clown’, pero el circo seguirá su camino, dejando tras él una nación rota”.
ANTONIO ALBIÑANA
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