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El laberinto chileno

Vienen semanas de frenéticas negociaciones para que los candidatos busquen el apoyo de los votantes.

Antonio Albiñana
El próximo mes de marzo, si no ocurre algo insólito, el ‘neopinochetismo’ que protagoniza el candidato José Antonio Kast ocupará el Palacio de La Moneda, Presidencia de Chile, tras una primera vuelta en la que le ganó por escaso margen al candidato izquierdista Gabriel Boric, en medio de la abstención de más de la mitad de los chilenos . Una segunda vuelta electoral se realizará el 19 de diciembre.
Hasta entonces se sucederán tres semanas de frenéticas negociaciones para que cada uno de los candidatos busque el apoyo del 46 por ciento de los votantes que no respaldaron ni a la izquierda ni a la derecha y para tratar de arrastrar a los abstencionistas, en un escenario en el que han quedado difuminados los partidos que pilotaron la democracia tras la dictadura de Pinochet.
Como se recordará, las revueltas masivas de octubre de 2019 lograron que el país decidiera un cambio constitucional que acabó en cabeza de una indígena mapuche, Elisa Loncón, de amplia preparación académica, pero a la que los efectos de la pandemia le impidieron la gestión de una implementación del cambio de régimen y sistema de gobierno que debieran haber presidido la presente coyuntura electoral, así que Chile sigue con la Constitución heredada de la dictadura.
Pero aquellas rebeliones de 2019, que provocaron un remezón en el ordenamiento constitucional, estuvieron plagadas de situaciones de violencia descontrolada, en la que se mezclaron pandillas mafiosas, narcotraficantes, etc. El resultado fue un campo de batalla que, particularmente en Santiago, causó estragos: 27 estaciones del metro (el sistema básico de comunicación) destruidas; una universidad privada en ruinas, ocupada por personas sin techo; iglesias incendiadas, destrucción visible aún no reparada en muchas calles, comercios saqueados, 15 puntos de la periferia de Santiago convertidos en tierra arrasada… y la generación de un sentimiento generalizado de inseguridad o caos, que suele reclamar una intervención providencial represora: justo lo que representa el candidato Kast. Incluso gente decisiva que fue protagonista del periodo de la ‘Concertación’ (1990-2010) que dirigió Michelle Bachelet, ella misma víctima de la dictadura de Pinochet, se sitúa en un especie de centro entre el izquierdismo del candidato Boric y el ultraderechista Kast. Una de sus líderes, Carolina Tohá (recordemos que José Toha, ministro de Allende, fue asesinado por Pinochet) declaraba estos días: “El conservadurismo que se está levantando hoy en Chile no es un monstruo fascista, sino personas preocupadas que piden ser escuchadas”.
El candidato de la izquierda y de la juventud rebelde chilena, Gabriel Boric, se enfrenta, no solo al temor de las clases medias chilenas, sino a las consecuencias del apoyo que le brinda el Partido Comunista, que se ha pavoneado estos días de ser alternativa de gobierno en una sucesión de declaraciones tóxicas para el candidato, como el apoyo a la “victoria” de Ortega en la farsa electoral de Nicaragua.
Precisamente el miedo al comunismo está constituyendo la bandera central del ultraderechista José Antonio Kast, ocultando su programa ultraliberal y antifeminista. Tiene a su favor un sentimiento difuso de demanda de “orden”, y el “pinochetismo sociológico” inserto en parte de la población chilena: no debe olvidarse que en el referéndum de 1988, el 44 por ciento de Chile dijo ‘sí’ a Pinochet en el plebiscito.
P. S. ¡Ya está bien con China! La hiperpotencia asiática se está convirtiendo en el primer socio comercial e inversor de América Latina. Pero nadie se preocupa del respeto a los derechos humanos hacia la población china, como es justa inquietud para Nicaragua o Venezuela. Acaban de ‘desaparecer’ a la tenista Peng Shuai, después de que acusara de violación al antiguo vicepresidente Zhang Gaoli. En China, la ‘desaparición’ es una práctica clásica para los opositores y quienes amenazan la hegemonía del Partido Comunista. Dentro de 2 meses, los países del mundo acudirán como corderos a los Juegos Olímpicos de Invierno en Pekín. ¿Ninguna protesta contra la violación de los derechos humanos en China?
ANTONIO ALBIÑANA
(Lea todas las columnas de Antonio Albiñana en EL TIEMPO aquí).
Antonio Albiñana
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