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Cuba, el cambio que viene (II)

El desafío para Díaz-Canel es la apertura a una cierta pluralidad política.

Algunos lectores me piden volver sobre el asunto del futuro de Cuba, cuyos posibles cambios anunciaba en una columna anterior. Unos piden que se fundamenten estos más allá de lo que permitió la extensión del artículo y que se aclare de dónde aparece este actual mandatario, Díaz-Canel, del que nunca oyeron hablar; otros descreen que en la isla pueda producirse algo que merezca llamarse ‘cambio’, cuando, según casi todas las crónicas, el Partido Comunista y el Ejército han quedado en manos de Raúl Castro, que seguirá moviendo los hilos del sistema cubano.
En primer lugar, aclaremos que todas las fuerzas armadas pasan al nuevo presidente del Consejo de Estado, Miguel Díaz-Canel. Respecto a que Raúl siga con la batuta del poder, mis fuentes en La Habana me indican que, a sus 86 años, carece de energías y deseos de gobernar en la sombra. Ya hizo todo lo que sabía para tratar de enderezar económicamente el régimen, con más voluntad que acierto, y deja las cosas a un sucesor al que promocionó personalmente en las estructuras de poder al margen de su hermano Fidel, cuyos candidatos para una supuesta ‘sucesión’ fueron cayendo uno a uno.
Recordemos la ‘nomenklatura’ fidelista: Robaina, Aldana, Lage, Felipe Pérez. Todos cayeron en la corrupción: “en las mieles del poder”, según la expresión de un decepcionado comandante. Por ejemplo, Roberto Robaina, la más joven ‘promesa’, emprendió negocios privados con Canadá cuando fue promovido a canciller, por lo que fue destituido en 1999. Felipe Pérez Roque, con quien mantuve largas conversaciones en Madrid cuando ejercía la cancillería, estuvo varios años al lado de Fidel como secretario personal, con un trato familiar... un día fue grabado por los servicios secretos del régimen cuando participaba en un asado con empresarios extranjeros cuando, algo ‘alicorado’, se mofaba ácidamente de los dirigentes cubanos, incluido Fidel. Todos ‘a cortar caña’, exceptuando a Carlos Lage (sucesor ‘in pectore’ durante un tiempo, hasta que se lo pilló en un ‘renuncio’ en 2009), al que se ha respetado su condición de médico enviándolo a investigar la invasión del mosquito ‘Aedes’ en un barrio habanero.
¿Cuáles son los retos inmediatos de Díaz-Canel? En primer lugar, el nuevo hombre fuerte del régimen tendrá que enfrentarse con la gerontocracia de Sierra Maestra, opuesta a cualquier reforma seria. Los más destacados, José Ramón Balaguer y Machado Ventura. Este último, de 88 años, en la decisiva y no difundida última declaración de Raúl Castro como dirigente del Buró Político del Partido Comunista, donde dejó planteada la necesidad de “una actualización del modelo cubano hacia un socialismo próspero, sostenible y democrático”, trató por todos los medios de que se eliminara la palabra ‘democrático’, fracasando ante la insistencia de Raúl y del propio Díaz-Canel.
Junto a la racionalización del gigantismo y la ineficacia del sector estatal de la economía, se va a tratar de recuperar la hoy inexistente productividad en el mundo del trabajo, siempre quejoso pero tranquilo consumidor de la sopa boba. Raúl Castro dedicó un buen párrafo en su despedida al asunto: “Hay que vencer el obstáculo colosal de una mentalidad cimentada en décadas de paternalismo e igualitarismo con secuelas significativas en el funcionamiento de la economía nacional”.
Precisamente está por culminarse la redacción de una reforma de la Constitución, según lo anunciado: “Acorde con las transformaciones acaecidas en el orden político, económico y social”. Ahí está el desafío para Díaz-Canel de la apertura a una cierta pluralidad política y hacia una prensa independiente, hoy en un limbo jurídico.
Aunque, como señalara Huntington: “Es más difícil reformar una revolución que hacerla”.
ANTONIO ALBIÑANA
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