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Voto de confianza a los bosques

Hay otras formas, aun mejores, de ayudar a la naturaleza a restaurarse y que no se tienen en cuenta.

Una amiga, Clara Montaño, me urge a escribir sobre la carretera que acaban de ‘descubrir’ en Chiribiquete. Hace años, muchos, regresando de Jirijirimo en el hidroavión del legendario Giovanni Bordé, gran personaje de El alcaraván, de Castro Caycedo, sobrevolamos Chiribiquete y vimos la carretera que acaban de ‘descubrir’. Lo publiqué en una de mis columnas de prensa y todo quedó allí. ¡Pobre Chiribiquete, pobre selva y pobres nosotros!
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El presidente Duque se pavonea en foros internacionales y se presenta como el gran defensor de la selva amazónica y acaba de integrarse a un grupo de 30 países para defender la limpieza de los mares. Tiene mucha fama fuera de las fronteras, pero de puertas adentro, su efectividad defensora de selvas, páramos y ecosistemas es pobre, paupérrima.
El Gobierno quiere sembrar 180 millones de árboles. Magnífica idea que aplaudimos fervorosamente. ¿Quién se opone? Nadie que tenga sentido común. Pero hay otras formas, mucho mejores, de ayudar a la naturaleza a restaurarse y que entre nosotros no se tienen en cuenta. Se trata de la restauración natural. Es más lenta, pero más efectiva.
Me he valido de la ayuda de dos expertos en el tema, Mateo Hernández Schmidt y Juan Camilo Garibello. Ellos me han autorizado a tomar sus ideas y a reproducir sus palabras, a veces textuales.

Talar bosques calladamente, allá lejos donde solo llegan los deforestadores, eso no atrae medios de comunicación y por lo tanto no produce dividendos políticos ni propaganda aprovechable.

Terrenos que están al lado de áreas dedicadas a la ganadería y que lindan con restos de bosques nativos ricos en semillas se regeneran por sí solos, como las heridas en el cuerpo humano.
¿Qué se debe hacer? Cuidar el bosque vecino que ha quedado intacto luego de la deforestación o de la quema. El viento, las aves, los murciélagos, las fieras se encargan de llevar las semillas al campo talado, y “las especies que nazcan de esta manera serán de una mayor variedad que las que se puedan comprar en cualquier vivero. Serán hijas, nietas, bisnietas, tataranietas de plantas que han crecido en estas mismas zonas por siglos. Serán más valiosas para la conservación de la biodiversidad local”.
“Una plantación forestal extensiva hecha con unas pocas especies de árboles producidos en masa, en vivero, rara vez puede igualar la biodiversidad genética de una regeneración espontánea”.
Dicen mis biólogos amigos que así como un ser humano puede necesitar 20 años para hacerse adulto, un bosque joven puede necesitar el mismo tiempo. Debemos dárselo. Y me dan esta valiosa lista de árboles nativos que no se cultivan en viveros: tunos, cordoncillos, carates, zurrumbos, gaques, quinas, bejucos coronillos, amarillos, laureles o jiguas, etc. Estos árboles sí nacen espontáneamente en laderas de regeneración, formando nuevos bosques para Colombia y para el mundo.
Por lo demás, sembrar árboles y llamar a los medios de comunicación, especialmente si el sembrador es un personaje famoso o un alto funcionario del Gobierno, da mucha publicidad de cara al público. Pero talar bosques calladamente, allá lejos donde solo llegan los deforestadores, eso no atrae medios de comunicación y por lo tanto no produce dividendos políticos ni propaganda aprovechable.
Se hizo gran publicidad al primer deforestador “supuestamente” castigado por la ley. Amanecerá y veremos. Falta ver si realmente será condenado a los “pírricos” 15 años que decreta la ley. Deberían condenarlo a él y a todos los aniquiladores de la selva, los bosques y los páramos a 50 años o prisión perpetua. Quizás una condena de esta magnitud desanimaría a futuros depredadores. Quizás, como en el bolero.
* * * *
Y sin salirnos del tema, ¿por quién votar en estas elecciones del 13 de marzo? Lo tengo claro, Nuevo Liberalismo, tarjetón 101 de la Cámara por Julia Miranda (no aparece su foto), que dio categoría mundial a nuestros Parques Nacionales.
ANDRÉS HURTADO GARCÍA
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