¿Serán (seremos) conscientes los bogotanos y los habitantes de la Sabana de la riqueza que nos rodea? Lo dudo mucho. Si así fuera, ‘otro gallo cantaría’ respecto a los tres tesoros que ‘cercan’ a la capital a manera de brazos gigantes: los páramos de Sumapaz, Cruz Verde y Chingaza. Todos deberíamos tener los ojos vigilantes para proteger y defender estos tesoros, que nos dan el agua que nos refresca, que nos da vida.
El páramo de Sumapaz-Cruz Verde es el más grande del mundo, y sabemos que Colombia es el país campeón en estos ecosistemas intertropicales, ubicados entre los 3.000 y los 4.000 metros sobre el nivel del mar.
El agua generada en este ecosistema abastece al 15 por ciento de la población colombiana y ‘despacha’ afluentes hacia el lejanísimo Orinoco por medio de los ríos Metica, Guayuriba, Ariari, Güejar, Guape y Guayabero. Los ríos Ariari y Guayabero son afluentes muy caudalosos. Nuestro páramo tutelar también alimenta con sus afluentes la cuenca del Magdalena, por medio de los ríos Bogotá, Sumapaz y Cabrera. Acostumbrados como estamos a que una lista de números ya no nos dice nada, me atrevo, sin embargo, a disparar a los lectores una serie de guarismos, con el ruego ferviente de que los meditemos despacio para que entendamos la importancia biológica que tiene nuestro páramo.
El propósito de toda mi vida ha sido y es dar a conocer a mis compatriotas las inmensas riquezas y bellezas naturales que poseemos, para que aprendamos a amarlas y conservarlas. Va la lista, escrita despacio y con buena letra.
Hablando de plantas, de árboles, de arbustos, de hierbas, de matas en suma, nuestro páramo de Sumapaz-Cruz Verde alberga más de 670 especies. Este dato es sencillamente impresionante porque a primera vista los páramos “solo” tienen frailejones y unas hierbas llamadas Calamagrostis effusa por los botánicos. Pues, no, señor, los páramos son inmensamente ricos en vida vegetal y animal. En este páramo hay 98 especies de plantas que solo se encuentran allí y en ningún otro lugar de Colombia. Estas plantas se llaman endémicas.
Entre los más bellos paisajes vegetales del mundo se cuentan los valles de frailejones. Cuando recorremos los páramos, los vemos por millones en medio de la neblina como frailes encapuchados, que de allí les viene el nombre común. Duele decir que hay siete especies de frailejones en este páramo que están en peligro de extinción por las quemas, la ganadería y los cultivos de papa. Los científicos han encontrado allí tres especies de frailejones que no existen en ningún otro lugar del planeta.
Todo esto en cuanto a vegetales. La riqueza en fauna es también sorprendente. Abundo en estos datos para, repito, sensibilizar a los bogotanos sobre la importancia a nivel no solo nacional, sino mundial, de nuestro páramo. ¡Quién lo creyera! Allí, a las casi puertas de la capital, hay osos andinos, tigrillos, pumas, venados, dantas, nutrias, águilas, para hablar de “animales grandes”, y ranas, salamandras y colibríes, para hablar de “animales pequeños”.
Advierto que la existencia de ranas y sapos no es despreciable. Estos bichitos, llamados anfibios, cumplen una labor importantísima en el páramo. Por eso los científicos están hoy muy preocupados, porque una bacteria que los ataca los está haciendo desaparecer. Se culpa de ello al calentamiento global, que afecta de manera ‘brutal’, esa es la palabra, a los páramos. Este páramo es hábitat para 208 especies de aves, incluidas las migratorias. Por donde se lo mire, el complejo Sumapaz-Cruz Verde es uno de los ecosistemas más diversos y ricos del planta. Y es nuestro.
Andrés Hurtado García
Comentar