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¡Y van solo seis meses del gobierno Duque!

El espíritu del Gobierno parece invadido por un sentimiento provisorio, teñido de inmadurez.

Alpher Rojas C.
Era previsible que la situación de crisis que le ha creado al país la espontánea irreflexibidad del presidente Iván Duque —al oponerse a la vigencia de los protocolos del proceso de acuerdos para superar el conflicto armado con el Eln, sus vacilaciones frente a la estructura legal de la JEP y la provisión de recursos para la implementación del acuerdo de paz, así como su inexplicable sumisión al presidente Trump en su propósito de invadir militarmente Venezuela— ahondará la ya generalizada sensación, o mejor, la comprobada percepción de dependencia política de sus determinaciones gubernamentales.
Su ausencia de sensibilidad por el proceso de paz del gobierno Santos le ha impedido aprehender los elementos claves que informan y le confieren un orden de sentido a la estructura del Estado de derecho ante la comunidad internacional. El espíritu del Gobierno parece invadido por un sentimiento provisorio, teñido de inmadurez.
Se ha dicho que los individuos conocen, piensan y actúan según los paradigmas inscritos culturalmente en ellos. En tal virtud, antes que un gobernante progresista, dispuesto a desarrollar autónomamente profundas transformaciones renovadoras, y orientado por el sano interés de abrir los canales de entendimiento para afianzar un clima de paz, en este primer semestre lo que sus acciones nos han permitido observar es a un navegante sin rumbo en un mar agitado que junto con su ayudantía se concentran en el enlucimiento superfluo de la embarcación. Sus participantes dan la impresión de estar sometidos a una especie de condena mitológica, solo que banalmente trágica, puntuada por acciones inacabadas.
En términos de desarrollo político, este gobierno no ha logrado ir más allá de la manipulación clientelista de los servicios prestados por el Estado inspirado en la plataforma del ultraderechista Centro Democrático y modulada por los dictados —instrumentales y pragmáticos— de su ‘jefe eterno’ Álvaro Uribe, un personaje que busca prolongar su delirante ánimo guerrerista en ‘cuerpo ajeno’.
De otro lado, los organismos multilaterales, de cuya institucionalidad hacemos parte constitutiva, consideran que, de conformidad con los tratados internacionales, ninguna de sus cláusulas puede ser desconocida unilateralmente, así hayan sido suscritas por gobiernos anteriores del mismo país. Es el Estado el que se compromete, no el gobierno de turno. El hecho de violar un pacto, negando de forma unilateral la vigencia de una de sus cláusulas o postulados, pone en peligro la confianza en el país para eventuales acuerdos en los que ha comprometido toda su política internacional y los principios consagrados en el Derecho Internacional Humanitario (DIH).
En relación con la necesidad de llevar ante la justicia a los culpables del ataque terrorista contra los cadetes de la Escuela de Policía General Santander, la multitudinaria marcha social del domingo 21 de enero estuvo de acuerdo, al mismo tiempo que agitaba consignas en favor de la vigencia de un proceso de paz y clamaba por un futuro sin guerra.
En el orden interno, fuera de la discutible capacidad de selección de su equipo técnico asesor, muchos de cuyos funcionarios han sido tachados por falta de experiencia o de requisitos académicos o abierta parcialidad frente a los procesos de convivencia, como Alejandro Ordóñez, Vicente Torrijos, Claudia Ortiz y Darío Acevedo, el país viene asistiendo a una oleada de terror contra líderes sociales y autoridades indígenas. Ese frente ha sido descuidado bajo la disculpa de que el presidente anterior —el gobierno que nos sacó de una guerra prolongada de 53 años con las Farc—, “no dejó la lista de líderes en riesgo”, lo cual ha sido tajantemente desvirtuado por los actores gubernamentales pertinentes, en un informe de 54 páginas.
El fracaso del “sí o sí” del interino Guaidó en pasar la ‘ayuda humanitaria’ a Venezuela, sin duda un traumático proceso en el que Iván Duque no midió nada distinto de la oportunidad de ejercer un protagonismo mediático superior a los actores bolivarianos (él solito se metió en la trampa), lo deja con un liderazgo precario ante la comunidad internacional y muchos más en el orden interno. Pues mientras se mostró rivalizando por figuración mediática con el presidente Piñera de Chile y el secretario de la OEA, en nuestro país los chocoanos se ahogaban sin auxilio. Tardíamente, Duque acudió a observar desde la ventanilla del avión presidencial la enorme tragedia de nuestros hermanos chocoanos.
Alpher Rojas C.
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