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La sociedad del riesgo

La convivencia cotidiana con el miedo y la inseguridad se convierte en una clave de la civilización.

Alpher Rojas
Ulrich Beck, el notable sociólogo alemán, docente e investigador de la Universidad de Múnich, ha sobresalido en el pensamiento científico de las últimas décadas por la claridad expositiva de sus teorías sobre la modernización cuya visión central entraña el análisis de la industrialización globalizada como factor perturbador de convivencia local (glocalidad), hemisférica y planetaria.
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En su influyente libro —ya traducido al español y cuyo título encabeza esta columna—, Beck escudriña y describe magistralmente las circunstancias peligrosas a que está sometida una sociedad expuesta al peligro inminente.
Demuestra cómo en las sociedades industriales la capacidad de supervivencia está determinada por la idoneidad y competencia de los seres humanos para enfrentar la miseria.
Establece un diálogo entre las desigualdades generadas por el reparto inequitativo de la riqueza y los problemas de supervivencia derivados del reparto de riesgos. Se encamina a vislumbrar las consecuencias del desarrollo tecnológico de sociedades industrializadas a países dependientes.
La peculiaridad que permite agrupar riesgos tan disimiles está en el hecho de que todos causan daños sistemáticos, muchas veces irreversibles. Las situaciones de peligro son socialmente desiguales y afectan de manera selectiva.

Beck considera que las sociedades de riesgo no son, en el sentido tradicional, sociedades de clases, es decir, el conflicto no asume en ellas la forma de un problema de clase social.

En las circunstancias actuales el ser humano se encuentra a merced de ambientes en extremo contaminados hasta el punto de ver amenazada la seguridad de su supervivencia, así como a la gradual eliminación de los factores que pueden contribuir a evitar desastres y hecatombes o la contaminación y contagio de la especie humana que, además, tiene la capacidad de afectar los Derechos Humanos.
También por la violencia política y la criminalidad múltiple, la inseguridad, la pluralidad combinada de sustancias nocivas presentes en el aire, el agua y alimentos, la radioactividad y las amplias consecuencias para los seres vivientes de los efectos secundarios del desarrollo tecno-industrial.
“Atravesamos una nueva era —advierte Beck— en la que se diluyen las fronteras y las diferencias entre los Estados Nacionales, y tales escenarios exigen una nueva mirada, la mirada cosmopolita para comprender la realidad en que se vive y actúa. En la globalización necesitamos tener al mismo tiempo raíces y alas”. En la sociedad del riesgo, se requieren otras cualidades para garantizar la sobrevivencia.
La convivencia cotidiana con el miedo y la inseguridad se convierte en una clave de la civilización; “el ser humano duda de su propia percepción, desconfía de sus sentidos para sobrevivir porque “el peligro se encuentra fuera de todo aquello que pueda percibir”; ahí está el malestar social generalizado y el miedo que eliminan toda posibilidad de vida.
En tal sentido Beck se compromete a fondo con el planteamiento según el cual cuando entramos en este peligroso contexto ninguno de los actos que realiza el hombre tiene garantía alguna. Ni siquiera el acto de comer, mucho menos en la forma en que es tratado el cuerpo cuando enferma, múltiples enfermedades iatrogénicas, consecuencia paradójica de la medicina moderna, surgen como nueva amenaza en esta misma sociedad.
Beck considera que las sociedades de riesgo no son, en el sentido tradicional, sociedades de clases, es decir, el conflicto no asume en ellas la forma de un problema de clase social: los riesgos tienen un efecto igualador puesto que potencialmente pueden afectar a todas las capas sociales. Esta teoría supone el paso de una sociedad de clases basada en el reparto de la riqueza a una sociedad basada en el reparto de los riesgos.
Muchas indicaciones del autor nos hacen ver que estas dos lógicas no se suceden en el tiempo, una seguida de la otra, como si se tratase de un proceso evolutivo, sino que coexisten. Sin embargo, la historia del reparto de los riesgos muestra que estos siguen, al igual que las riquezas, el esquema de clases, pero al revés: las riquezas se acumulan arriba, los riesgos abajo.
Sectores con mejores ingresos pueden elegir su área de residencia y el tipo de alimentos que consumen o el transporte y el colegio de sus hijos. En tanto que las zonas residenciales baratas suelen estar más próximas a los centros de producción industrial o cerca de fábricas que emiten sustancias tóxicas y de donde sus condiciones económicas no les permite trasladarse durante gran parte de su existencia y muchas veces nunca.
La naturaleza está sometida y agotada a comienzos del siglo XXI. Y de este modo ha pasado de ser un fenómeno exterior a ser un fenómeno interior, un fenómeno dado a un fenómeno producido. Colombia, bajo el mandato de la Colombia Humana del presidente Petro, ha entendido bien la gravedad de este problema y ha tomado como directriz central de su política de Estado el proyecto de energías limpias, la reducción de emisiones contaminantes y la ‘paz total’ para asegurarle un camino cierto al país como potencia de la vida.
ALPHER ROJAS C.
Alpher Rojas
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