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‘La sombra de Orión’

La operación Orión crea una nueva mitología donde el lector hallará gran parte del karma colombiano.

Imagínense un monte en una ciudad, que el tiempo ha llenado de cadáveres y basura, que algunos notifican como la fosa común más grande de Colombia. Gracias a la literatura, esos fantasmas salen de los escombros y la muerte, para contar su historia. Esa es la gran metáfora de la novela de Pablo Montoya La sombra de Orión.
Extrañó el comentario de un escritor laureado del pasado, que no entendió los disímiles puntos de vista que entraña La sombra de Orión, le pareció densa y confusa, cuando en la estructura literaria esa polifonía de voces es una mirada rotunda a la operación Orión, acaecida hace unas décadas en la comuna 13, y sus terribles consecuencias. Esa multiplicidad enriquece la novela y la memoria.
Aparte del carácter ficcional de este episodio trágico, Montoya investigó a fondo su origen, causas y entrevistó a algunos protagonistas. El paisaje es apocalíptico; los sorbos, amargos; las imágenes, desgarradoras, que obligan a una lectura sosegada, dolorosa. Algunos dirán que es exagerada, pero nuestra realidad supera cualquier parangón. La operación Orión crea una nueva mitología donde el lector hallará gran parte del karma colombiano: la cruel alianza entre estamentos legales de la dirigencia nacional con unos bandidos, los paramilitares, para sacar a otros bandidos, las milicias guerrilleras, allanando cualquier camino de la ley y obturan la infinita impunidad que ondea a lo largo de la patria sin patria.
La novela se escribe con el autor a bordo, a través de un alter ego, Pedro Cadavid, que permite una reflexión aguda de los hechos. Este dialoga con los muertos de Orión y los desaparecidos posteriores, que según familiares de las víctimas se hallan enterrados en el monte de La Escombrera; igual a la verdad sepultada día tras día en un país anómalo con un modelo de justicia de horror.
En este descenso al infierno, el novelista, a su vez protagonista, cae abatido por la depresión. “Estoy lleno de muertos”, dice, en medio de las tormentas mentales. Escucha voces, se sumerge en la irracionalidad, se hace preguntas, y en un epílogo delirante encuentra la sanación en el yagé ancestral. La historia de Colombia está escrita a medias tintas; la incursión artística de Montoya señala otras vías para arrimarse a la verdad. Armar las piezas nuevamente para salir del atolladero y abolir los hábitos malsanos del pasado.
Alfonso Carvajal
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