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El país en fuga

El país en fuga

Corretear por el péndulo de una crisis escalofriante es una de las principales razones para que muchísimos venezolanos tomen la decisión de marcharse.

En los aeropuertos nacionales se ofrece el último abrazo. La familia observa con ojos llorosos cómo el avión surca los aires, llevándose a nuestros jóvenes que marchan en pos de realizar los sueños en latitudes ajenas. Esa familia queda mutilada de un cuajo; no es la ida voluntaria para realizar el vuelo inicial de construir su lógico propio destino, es un éxodo obligado por la necesidad de fugarse de un paupérrimo sistema. Sienten que sus esperanzas de un futuro mejor están amenazadas por la cruel realidad. Debido a ello se aventuran a encontrar un lugar seguro.

Vivimos un reiterado desgajamiento de la nación, es la partida de miles de venezolanos que van en busca de mejores condiciones de vida. En definitiva, quieren lograr una estabilidad que les garantice tener lo necesario para proyectar un crecimiento en todos los órdenes. El secuestro del país por parte de un proyecto totalitario contribuye decididamente a la huida nacional. Nadie desea que lo asesinen en cualquier esquina; son tantos los casos, que la intranquilidad se manifiesta entre muchos que sienten que nadie está a salvo en su país. Tampoco anhelan pasarse la existencia tocando puertas de empresas quebradas, sin oportunidad de acceder a un empleo decente, con la realidad de luchar en las kilométricas colas para encontrar algún producto que ayude a someter momentáneamente el hambre.

Corretear por el péndulo de una crisis escalofriante es una de las principales razones para que muchísimos compatriotas tomen la decisión de marcharse. No les importa trabajar en cualquier actividad distinta a sus capacidades profesionales; siempre será mejor que estar incluido en las estadísticas de los millones de desempleados, de aquellos que son perseguidos por no comulgar con un régimen tiránico que es muy eficaz para posarse en la maldad. Su gran capacidad para odiar es una verdadera marca en el rostro de una nación que ha comprobado que son capaces de las peores afrentas que pueda recibir la decencia. Son máquinas implacables que van tras las huellas de aquellos que no se dejan someter por la tiranía chavista.

Venezuela padece el éxodo de sus entrañas. Grandes talentos forjados en nuestras universidades han optado por desarrollar sus potencialidades en naciones que saben que su concurso es valioso; son nuestras historias protagonizando en espacios tan diferentes al mundo en donde nacieron. Sin lugar a dudas, el gran responsable de este drama es el Gobierno. En Venezuela está ocurriendo lo mismo que padecieron muchas naciones que fueron sometidas por el totalitarismo. Los pueblos prefirieron enfrentar océanos infectados de tiburones, cruzar vastos territorios afrontando un sinnúmero de peligros que terminar aplastados por el hambre y sin libertad. Acá, la huida se refleja en los numerosos viajes a cualquier destino que ofrezca mejores condiciones de vida que las que brinda la nación.

En la lejanía el país se vuelve difuso, la nueva realidad va construyendo una distancia peligrosa que vuelve en soledad al sitio de origen. Las antiguas calles son otras, con olor a fragancias distintas; surgen las comparaciones, y en el estatus de vida alcanzado, Venezuela sale perdiendo. Es allí en donde nuestra nación corre el riesgo de convertirse para algunos en un viejo álbum de fotos amarillentas, en un cúmulo de anécdotas bajo el cielo de nuevas costumbres; una nación que se piensa cuando un resumen de un noticiero habla de ella. Esa batalla que se escenifica en cada corazón venezolano en la distancia contribuye a que nuestra realidad se haga más dura. Miles que huyeron por no ver posibilidades reales de prosperidad mientras gobierne la ignominia. Pasamos de ser buenos anfitriones de maravillosos seres humanos venidos de otras tierras, a vivir sus experiencias de tener que buscar destino en otra parte.


Alexander Cambero

alexandercambero@hotmail.com
Twitter: @alecambero

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