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¿Caerá el gobierno cubano tras la muerte de Fidel?

¿Caerá el gobierno cubano tras la muerte de Fidel?

Han trascurrido cuarenta años y el totalitarismo sigue campante, si bien tiene una gran apertura capitalista, desde el punto de vista económico, su sistema político es férreamente comunista.

Con voz entrecortada, el presidente de Cuba, Raúl Castro, anunciaba el deceso del gestor de la peor pesadilla del Caribe. En Miami, un jolgorio anticipaba el inicio de la liberación del país; sin embargo, las horas de frenesí amainaron cuando todos se percataron de que en la isla no ocurrió la esperada rebelión popular.

¿Qué sucedió? Para entender estos procesos, debemos ir al nervio de la formación totalitaria.

Los paladines se transforman en la nación misma; sus sueños y expectativas pasan por las decisiones que asuma el protagonista del proceso. El culto a la personalidad los embadurna con el barniz de la heroicidad, pues siempre estarán luchando por darles felicidad a los suyos, y en la medida en que crece su gesta imaginaria se proyecta igualmente la animadversión por un enemigo externo al que le endosan todos los yerros. La hábil propaganda oficial los hace santos, son los protectores a los que se arrima un pueblo creyente que confía en sus bondades divinas.

Las teorías de redención frente a furiosas conspiraciones siguen llenando los álbumes de supuesta heroicidad frente al portentoso opresor. Cuando mueren, su figura la explotan buscando prolongarla en el tiempo. Venden la idea de que cada miembro del país es la reencarnación de su líder, que su héroe prosigue desde su féretro manteniendo el control. El gobierno los conmina a seguirle obedeciendo hasta más allá de la muerte. Cuando Vladimir Ilich Lenin muere el 21 de enero de 1924, la revolución de Octubre apenas se estaba consolidando. Los bolcheviques tenían siete años en el poder, y el entonces ministro de Hacienda del gobierno conservador de Stanley Baldwin, el célebre político británico Winston Churchill, aseguraba que ante el fallecimiento del padre soviético, los días del comunismo estaban contados. Después de este enunciado con tabaco y whisky en su oficina de Londres, el comunismo gobernó durante setenta años. En China, muchos esperaban que con la muerte de Mao Tse-Tung, el 9 de septiembre de 1976, la experiencia asiática terminara.

Han trascurrido cuarenta años y el totalitarismo sigue campante, si bien tiene una gran apertura capitalista, desde el punto de vista económico, su sistema político es férreamente comunista. Sus procesos lograron resistir la pérdida de sus timoneles. Cuando logran consustanciar a los pobres con el destino revolucionario, estos se convierten en escudos frente a políticas focales que no terminan de callar. Cada uno de estos personajes terminó coloreando su leyenda a través de mausoleos, adonde acuden ciudadanos curiosos para husmear en la historia de estos pueblos. ¿Ocurrirá lo mismo en Cuba?

El Gobierno hábilmente utilizó la misma receta que les funcionó a sus colegas totalitarios. Muerto el líder, la resurrección final se produce en cada fiel. Es la forma de trasmutar la narrativa oficial y llevarla hasta la gente sencilla para que sienta en su vida al héroe que duerme en su ropa. Esta maquinación es mucho más peligrosa, ya que forja el fanatismo. Todas las crueldades que genera el sistema totalitario las encubren con cultos de fe. Las cenizas de Castro las llevan hasta Santiago de Cuba, para reverdecer el ejemplo de los que hicieron la revolución. Lo colocaron en el cementerio de Santa Ifigenia, el mismo lugar en donde está enterrado el apóstol cubano José Martí.

¿Qué buscan? Sencillamente ir equiparándolos hasta crear un ambiente que los invite a todos a sostener al régimen como un homenaje a la patria, que ellos encarnan. Además de los restos de Martí, en el cementerio reposan los de otros combatientes cubanos de la lucha de independencia contra España: José Maceo y Carlos Manuel de Céspedes, y los de Mariana Grajales, la madre de los hermanos Maceo. En definitiva, al cruel dictador Fidel Castro buscan purificarlo con los verdaderos héroes de la patria. Esto es más inteligente que construirle un museo en La Habana, con su cuerpo exhibido para turistas que pagan cinco dólares.

Al lado de la tumba de Martí, a la cual le pusieron tierra de todos los pueblos de América, en el totalitarismo hablan los símbolos. Heroicidad y resistencia plantean mientras la isla es una verdadera calamidad, una cruel dictadura que asesina a quien piensa distinto. Un gobierno tiránico que genera las peores aberraciones. Curiosamente, la muerte de Fidel tiene un magnífico aliado en Donald Trump. Si el próximo presidente norteamericano aprieta la yugular en Cuba, el régimen logrará unir a muchos dispersos que no aceptarán las viejas políticas de siempre. Obama entendió que era con inteligencia como podían vencerlos; desde adentro, mostrándoles las bondades del capitalismo, ya que lo demás es una receta que duró cincuenta años fracasando.


Alexander Cambero

alexandercambero@hotmail.com@alecambero

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