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Una nueva pandemia global

En Colombia siempre hemos desestimado la salud mental, como si fuera tema exclusivo para los locos.

En el libro ‘La sociedad del cansancio’, de Byung-Chul Han, el autor afirma que en el siglo XXI nuestro mayor reto no será superar una pandemia viral o bacteriana, sino que nuestra lucha verdadera será contra las enfermedades mentales.
La pandemia nos hizo encerrarnos a todos en nuestras casas, perder trabajos y conexiones con nuestros círculos cercanos, asunto que hizo que volviéramos la mirada hacia lo único que teníamos cerca: nosotros mismos. Este ejercicio de reflexión obligada desató que muchas personas empezaran a pensar que aquello que antes hacían de forma rutinaria y sistemática no las llenaba como antes. Además, el aumento de las noticias negativas, las medidas de bioseguridad que cambiaban constantemente hasta hacerse inentendibles y restrictivas de la recreación, así como el sentimiento de que no había salida a esta situación compleja, aumentaron también el número de personas que sufren de ansiedad.
Un año después del inicio de una pandemia que promete dejar de ser un riesgo para la sociedad en un futuro no muy lejano, hemos vuelto en gran parte a la normalidad de nuestras vidas. Sin embargo, algo se siente roto en el ambiente, y es que siempre que hay un proceso de reflexión profundo sobre la vida o una coyuntura emocional tan fuerte no se vuelve a ser nunca la misma persona.
Hemos vuelto a los bares, a las oficinas, a las universidades y colegios, a conectar con nuestros familiares, porque, como menciona Han, el virus no es un problema para la humanidad cuando hay avances tan grandes en la tecnología farmacéutica. Este gran alto en el camino nos deja una preocupación mayor por lo que sucede a nivel psíquico con nuestra sociedad.
Lastimosamente, en Colombia siempre hemos desestimado la salud mental, nos acercamos a ella como si fuera un tema exclusivo para tratar a los locos, a los débiles, a los que no aguantan la rudeza de la vida y, por este sesgo que tenemos sobre las enfermedades mentales, nunca nos hemos preocupado por fortalecer las instituciones de atención psicológica y psiquiátrica. Este acompañamiento no se cura con una operación, una píldora, una semana de reposo (como sucede con otras enfermedades); los problemas mentales requieren de tiempo y constancia, dos cosas que las EPS no pueden proveer. Los psicólogos a duras penas pueden asegurar una cita de una hora mensual para las personas que requieran los servicios, volviendo la salud mental un privilegio de clase. Un privilegio para aquellos que tienen la capacidad de conseguir psicólogos fuera de la EPS o internarse en clínicas psiquiátricas que tienen precios supremamente elevados.
Este problema no es fácil de resolver. Por un lado, tenemos una sociedad que se niega a ver la importancia de la salud mental y, por el otro, tenemos un sistema que resulta incompetente para atender una oleada que viene en acenso. Esta pandemia de enfermedades mentales seguirá en escalada porque, como menciona Han en su libro, es el resultado de un sistema en que se ha primado la productividad y la eficiencia por encima de las personas.
Sin embargo, no podemos caer en el argumento simplista de que debemos eliminar completamente el sistema en el que vivimos o destruir los medios de producción. Por el contrario, creo que lo que debemos hacer es transformarlos en su esencia y reconocer que con la pandemia perdimos espacios de ocio y esparcimiento que son importantes también para promover un bienestar y una salud mental. Este problema tiene entonces tres niveles de solución: el primero, estructural, un cambio en el sistema de salud; en segundo lugar, un cambio en el modo de trabajo y los espacios de trabajo, y finalmente, uno individual, reconociendo que necesitamos ayuda para sobrellevar la vida.
ALEJANDRO HIGUERA SOTOMAYOR
(Lea todas las columnas de Alejandro Higuera Sotomayor en EL TIEMPO aquí).
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