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‘Ellos’

Casi el 70% de la población norteamericana cree que la prensa no es objetiva.

Adriana La Rotta
NUEVA YORK. ¿Cómo es que la democracia, indiscutiblemente el mejor sistema de convivencia que ha diseñado la humanidad, nos ha llevado al actual estado de división en el que estamos?
El caudal de los ríos de tinta que corren todos los días en el planeta entero tratando de responder esta pregunta es francamente llamativo. Como es llamativa la perplejidad con que se tratan de articular explicaciones y respuestas sobre el giro inesperado que ha tomado la historia en estas primeras décadas del siglo.
La única imagen que se me ocurre es la del pasajero de un bus que esperaba llegar a un cierto destino y de repente se da cuenta de que cambiaron al conductor, metieron el bus por una carretera destapada y nadie tiene ni idea de en dónde van a terminar.

Cuando el fin del cubrimiento o del análisis periodístico es probar una idea concebida desde un principio, el resultado es la desconfianza

Precisamente, a los anales del género literario ¿cómo fue que vinimos a parar acá? pertenece Ellos, el libro recién publicado de Ben Sasse, un joven senador republicano por el estado de Nebraska, en Estados Unidos, que, entre otras reflexiones, hace un detallado análisis del papel que han jugado los medios de comunicación en alimentar el clima de polarización que está erosionando los cimientos de la democracia. Su libro se enfoca en Estados Unidos, pero las lecciones son válidas para muchas otras latitudes.
Sasse es uno de los congresistas más visibles en el Capitolio estadounidense. Firmemente conservador y lleno de sentido común y carisma, se mueve entre un electorado que rara vez aparece en los medios pero que ha sido definitivo en las victorias republicanas de los últimos tiempos.
Ese electorado, argumenta el político, está profundamente desilusionado con una prensa que percibe como defensora de una única agenda de tendencia liberal y se resiste a tratar de entender –y sobre todo a cubrir– la vida y los intereses de la mitad del país que piensa de manera diferente. Pero el problema, argumenta el senador, no es necesariamente de mala fe.
Los seres humanos somos prejuiciosos por naturaleza, y ese rasgo va acompañado por la inclinación a asociarnos a personas y a ser receptivos a ideas y argumentos que confirman nuestros propios prejuicios. Eso, sostiene el senador Sasse, también le sucede al grueso de los líderes de opinión en Estados Unidos.
Los periodistas que cubren la Casa Blanca, los columnistas de los grandes periódicos, los líderes del rating en las grandes cadenas de televisión están concentrados en unas pocas áreas geográficas, se han educado en las mismas universidades y han bebido de las mismas fuentes ideológicas. Son un grupo homogéneo, y el resultado es que tienen una agenda periodística limitada y llena de puntos ciegos.
No voy a pretender que el universo periodístico de Estados Unidos sea comparable al de nuestro país, pero leyendo el libro del senador Sasse se me ocurrió que Colombia no es ajena al problema, y el desafío para quienes cubren el día a día y aquellos que tienen como oficio dar perspectiva sobre un noticiario que no da tregua es moverse de perspectiva para ver esos puntos ciegos. Cuando el fin del cubrimiento o del análisis periodístico es probar una idea concebida desde un principio, el resultado es la desconfianza y la profundización de la brecha que convierten a compatriotas en adversarios.
Casi el 70 por ciento de la población norteamericana cree que la prensa no es objetiva, y esa evidencia es suficiente motivo para que las figuras más influyentes en los medios de comunicación examinen qué es lo que está guiando su agenda periodística, recomienda el senador Sasse. Lo que está en juego no es apenas la pérdida de audiencia, sino algo mucho más valioso: la pérdida de la conexión que existe entre nosotros y aquellos a quienes consideramos ‘ellos’.
Adriana La Rotta
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