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¿Alguien quiere pensar en las paredes?

Que no haya educación ni presencia estatal no importa; eso sí, las paredes no pueden estar rayadas.

De todas las cortinas de humo que se usan en Colombia para distraernos de los verdaderos problemas, la que más me llama la atención es la de las paredes rayadas durante una manifestación. Entiendo que asuntos como la guerrilla, el narcotráfico e incluso la pandemia sean excusas ideales para tapar la corrupción de quienes nos han gobernado, pero no aguanta que se agarren de unos grafitis en vía pública para rasgarse las vestiduras.
Y aunque dicho acto tenga implicaciones que van más allá de lo meramente estético porque significa no solo caos y violencia, sino daños a la propiedad pública y privada, llama la atención la excesiva preocupación de algunos cuando tal cosa ocurre, y la indolencia de estos cuando muere gente, por ejemplo.
Pasó esta semana con las marchas por el Día Internacional de la Mujer, en las que al margen de las manifestaciones se presentaron disturbios y muchos salieron a denunciar los daños a las paredes como si hubiera ocurrido lo más grave del mundo. Ese tipo de personas suelen ser fanáticas del orden y de la institucionalidad, así la institucionalidad esté enferma. No son capaces de cuestionar al poder establecido porque es su zona de confort, y todo lo que se haga en su nombre no solo es aceptable, sino necesario.
Tal vez por eso el ministro de Defensa justificó esta semana los bombardeos a menores de edad repitiendo de todas las formas y en todos los medios que no eran niños sino “máquinas de guerra”. Se trata de la misma persona que hace un par de años propuso la creación de un “protestódromo”, una especie de arena, un lugar ‘seguro’ donde la gente pudiera ir a quejarse de los asuntos de la sociedad con los que no estuviera conforme sin causar daños ni incomodar a los demás.
¿Ven la conexión entre una cosa y otra? No es gratuita, es un perfil de persona que cuesta trabajo digerir, pero que existe. Alguien que salga con la idea de un ‘protestódromo’ es capaz de decir cualquier cosa, la diferencia es que antes solo sonaba como un torpe y ahora suena también como un indolente. Aunque a la larga no es él quien habla porque no se trata de alguien autónomo, sino de una ficha más de lo que en realidad parece ser una política de Estado. Lo llegan a tumbar por sus declaraciones, y ese mismo día es reemplazado por una fotocopia exacta a él.
Se justifican los bombardeos como algunos siguen justificando los ‘falsos positivos’ porque la vida de los demás parece tenerles sin cuidado aunque se declaren ‘provida’. Es como si no les importaran los menores de edad ni los ciudadanos en general, solo mantener el poder, y en la búsqueda de este todos fuéramos carne de cañón. Hablan de ‘nuestros niños’ cuando les conviene, es decir, cuando no han nacido o se trata de sus hijos.
También cuando es época electoral y hay que recolectar votos; pero si esos niños son pobres y viven lejos, de malas ellos, ¿quién los mandó a nacer así? De malas también si los recluta la guerrilla y son atacados porque, aunque la intención del Ejército no haya sido bombardearlos a propósito, sí queda la sensación de que fueron bajas accidentales, pero inevitables. Es decir, si murieron fue por culpa de sus captores, no de quien lanzó las bombas porque acá el Estado no asume nada.
Colombia es un lugar lleno de gente oprimida y abusada, cosa que parece ser un detalle menor. Que no haya educación, empleos dignos, presencia estatal ni oportunidades de superación no importa; eso sí, que no falten las paredes inmaculadas, pilar de nuestra sociedad. Somos también un país lleno de gente pequeña y mala clase, y aun así, cada cuatro años nos las ingeniamos para escoger a los peores para que nos gobiernen. Hay que darnos crédito.
Adolfo Zableh Durán
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