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Italia, jugando en el alambre

Resucita Berlusconi y los viejos fantasmas de un pasado reciente que los italianos no finiquitan.

Es Italia el país que hace mucho aprendió a no tomarse muy en serio a sus políticos, y viceversa. El hoy tercer país de la Unión Europea juega en su alambre sempiterno, el mismo que casi provoca un gobierno por año.
72 años después del final de la Segunda Guerra Mundial y tras sesenta y seis gobiernos, Italia parece que se resiste a ser gobernada sin sobresaltos, sin péndulos y sin estridencias. Resucita Berlusconi y los viejos fantasmas de un pasado reciente que los italianos no finiquitan. No lo hace en nombre propio, pero su sombra y su presencia han inundado el debate más allá de la anécdota. Su coalición, alianza con la Liga Norte de Salvini, no les ha deparado un mal resultado. Atrás quedan demasiados borrones, argucias y una crisis que, en el 2011, barrió y parecía que para siempre a Berlusconi, amén de sus múltiples problemas con la justicia. Pero eso es otro escarnio distinto al partidista. La jugada no le sale mal. Tras la alianza, un candidato limpio y con credibilidad sobre todo para esa inmensa bolsa que el domingo suponían los indecisos, un 30 por ciento. Un candidato a primer ministro, Antonio Tajani.
Estas elecciones arrojan, por el pragmatismo displicente y poco serio, una ingobernabilidad en ciernes y sin mucho recorrido para el ejecutivo que salga.
Renzi ha mordido suelo. Su partido sigue la estela de la socialdemocracia europea, como en Francia, como en Alemania, como en Grecia en el peor de los supuestos, o como en España. Su caída hace año y medio no le permitió ver la jugada. Algo ha cambiado. Renzi no convence, no tiene ya nada que vender a los italianos. Prefieren finiquitar pasados cercanos.

Italia se debate hoy en otro escenario más volátil pero que empieza a calar entre la demagogia, el populismo, el extremismo de algunos y cierto atrincheramiento xenófobo de otros partidos.

Italia se debate hoy en otro escenario más volátil pero que empieza a calar como la lluvia fina, entre la demagogia, el populismo, el extremismo de algunos y cierto atrincheramiento xenófobo de otros partidos y, más preocupante para Europa, una pérdida de credibilidad en esa Europa cada vez percibida como más lejana y arcana de no pocos problemas políticos y económicos. En ese caldo de cultivo, los demagogos de la palabra ganan. Hay un costumbrismo de formas viejas y añejos postureos y caldo de cultivo fácil para un maestro de las bambalinas –la caricatura del Il Cavaliere- al que le sale un adversario que sabe moverse en esa misma ciénaga, el Movimiento 5 Estrellas.
En una editorial del pasado domingo de ‘Corriere’ se titulaba: ‘La necesidad de reinventar la democracia’. Tal vez en Italia solo haya que reinventar a los partidos y también a sus líderes, desnudar su alma y destilar adherencias demagógicas y viejas formas populistas. O tal vez haya que empezar a tomarse muy en serio la política, la antipolítica y sus consecuencias. Quizás de todo ello el M5S ha aprendido una lección práctica y urgente, sobrevivir sin acaudillar partidos personalistas.
No, con un 37 % de votos el centro derecha de hoy de Salvini no significa un terremoto político pero sí anuncia una nueva bipolaridad con el casi 32 % de Di Maio quién como nuevo rostro del Movimiento 5 Estrellas ya anuncia una nueva tercera República. El paradigma es entre estos dos, sin saber cuáles son las artes ni las formas, con una Italia dividida totalmente al norte en el centroderecha y al sur, en el centroizquierda. Una Italia dividida en las preferencias políticas, en las ideologías y en las formas de gobierno. Comenzará una batalla por el gobierno que podrá no ignorar otras batallas internas en algunos partidos.
La gran pregunta es: ¿qué va a suceder en Italia ahora?, y, por extensión, ¿qué va a suceder en la Unión Europea? No ha alcanzado por ningún partido el 40 por ciento de los votos, se antoja muy difícil una coalición entre titanes que se desprecian y con proyectos inconciliables amén de incompatibles entre sí. El partido de Renzi no puede pactar ni con Salvini, el centro derecha antitético a ellos mismos, ni tampoco con el populismo más inteligente ahora del M5S que acabaría fagocitando a la vieja socialdemocracia. Sería sin embargo la alianza o coalición más natural entre la izquierda. Reinventarse ya no es una opción. Llega demasiado tarde. Tampoco es Alemania y su cultura de la coalición y de hacer tripas corazón supeditando las ideologías al interés de la nación. Aquí, en el país transalpino, el paradigma es el contrario al pragmatismo germano.
Una alianza radical y en sí misma contradictoria sería la liga norte con el Movimiento 5 Estrellas, algo que acabaría por dinamitar la credibilidad del país, la confianza de los mercados, y la estabilidad no solo económica sino sobre todo político-social. Difícilmente el Palacio Chigi será capaz de imponer un gobierno de unidad nacional. Todo apunta a corto recorrido y nuevas elecciones en breve tiempo. Es Italia, siempre Italia, la que juega en un alambre político que sin embargo nunca ha querido romper.
ABEL VEIGA COPO
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