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Nuevos ímpetus para nuevos objetivos

Nuevos ímpetus para nuevos objetivos

No todo sean reformas tributarias y apertura hacia adentro, sino que haya también estímulos para crear nuevos valores y para vitalizar la economía nacional con alientos propios.

Mientras Gobierno y país se hallan actualmente concentrados en la dilucidación de la reforma tributaria de turno, por el mundo corren otros vientos en torno de las perspectivas planetarias y, en particular, de la inminencia, evidente ya, de síntomas inequívocos de fortalecimiento del dólar, al impulso de las ideas generales del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump.

La prestigiosa revista londinense The Economist no vacila en calificar esta perspectiva de mala para la economía mundial y, al efecto, recuerda los esfuerzos de las grandes naciones para revertir proceso similar y procurar la estabilidad en niveles adecuados. Fue durante la presidencia de otro republicano, Ronald Reagan.

Comparativamente, la economía colombiana marcha en dirección opuesta, atenida a los mecanismos automáticos del mercado, no sin ayudarles progresivamente subiendo las tasas de interés. Los resultados están a la vista: tan solo 1,7 por ciento de crecimiento económico en el 20l6, el más bajo de los últimos años.

La culpa se atribuye únicamente a la caída de los precios del petróleo, mientras dos temas dominan las expectativas nacionales: la obvia de alcanzar la paz y, quién lo creyera, la reforma tributaria de turno, enderezada a preservar el grado de inversión y asimismo a ver de corregir las barbaridades de otra reforma tributaria, nada menos que la del año pasado.

En esta se había apelado, incluso, a la técnica rudimentaria de “cambiar las cosas, cambiándoles los nombres”, inventando denominaciones para distinguir cada variante y darles independencia conceptual. Fue lo que se hizo con el impuesto sobre la renta, en claro esfuerzo por disminuir la apariencia de su carga, estratégicamente dividida. Era de esperar que tal ficción desapareciera en la presente oportunidad, pero como ello habría de reflejarse en las cifras de los recaudos, se prefirió hacer paulatina su escisión.

Esta vez, la expectativa mayor correría por cuenta del gravamen al valor agregado, más simple y más sustancioso, del actual 16 por ciento al 19, de un solo jalón. Como está de suyo muy esparcido, no hay dolientes concentrados en situación de protestar. Era el punto más controvertible del proyecto y, sin embargo, el que más fácilmente resultó aprobado. Pero no todo en el panorama es arbitrismo. Otras incógnitas subsisten en materia de cambio exterior, algunas fuertemente vinculadas a Estados Unidos por el viraje que el presidente Trump ha anunciado en las políticas comerciales con sus vecinos, México y Canadá.

Independientemente de nuestras relaciones con esa gran nación y de sus características de primera potencia mundial, corresponde a Colombia definir los lineamientos de su política de comercio y cambio exterior. Si va a vivir lamentándose de la suerte adversa del petróleo o si va a tornar al estímulo y la diversificación de exportaciones, recreando los organismos que se vio forzada a suprimir a trueque del otorgamiento vejatorio de empréstitos externos.

Es un dilema que por su sola cuenta ha de resolver. Si continúa apegada a orientaciones neoliberales desuetas o si vuelve a pensar y obrar con autonomía y énfasis en la promoción de exportaciones o sigue ofreciendo su mercado de consumo a trueque de nada, como colonia de poderes foráneos.

La crisis de estrangulamiento exterior que vivió el país al final de la década de los años sesenta del siglo XX forzó a estructurar políticas congruentes cuyo aliento patriótico vale la pena reivindicar. No todo sean reformas tributarias y apertura hacia adentro, sino que haya también estímulos para crear nuevos valores y para vitalizar la economía nacional con alientos propios.

¡Feliz Navidad a los amables lectores!

Abdón Espinosa Valderrama

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