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Jalones de la actualidad política

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La muerte de Fidel Castro; el acuerdo con las Farc pasó la prueba de fuego de su refrendación por el Senado. Y todavía falta por ver la realidad de la reforma tributaria.

Interrumpida la regularidad de esta columna por problemas de salud de su autor (compleja y dolorosa cirugía), recobra su ritmo en medio de una precipitación de acontecimientos resonantes, empezando por el accidente catastrófico del avión que traía de Bolivia a Medellín a uno de los equipos brasileños de fútbol, el Chapecoense, con saldo trágico de 71 muertos. Por las especificaciones del aparato, no parecía apto para cubrir la enorme distancia de semejante vuelo, de las entrañas de Bolivia al territorio montañoso de nuestra querida y admirada Antioquia.

El hecho es que se convirtió en el drama primario de estos días, sacudidos por otros sucesos de primera importancia. Tal por ejemplo la muerte natural del comandante Fidel Castro, gobernante y guía monolítico de su patria y de otros pueblos por muchos años. Por la idolatría que despertó en muchos y el rencor en otros tantos, su defunción era por sí sola capaz de dominar el panorama.

No cabe olvidar sus intervenciones armadas en otros continentes, concretamente en África, para apoyar a sus pueblos en las guerras liberadoras del yugo colonial, al lado de tropas soviéticas. Tan latinoamericano como fue el origen de su revolución primigenia, acabó siendo ficha de Kruschev, el poderoso gobernante ruso, con armas atómicas a su disposición y amenaza de instalarlas en Cuba, forcejeando con nadie menos que con el presidente Kennedy, de Estados Unidos. Este episodio sacudió al mundo civilizado y lo puso al borde de un cataclismo sin antecedentes.

Por otra parte, el masivo exilio cubano en Miami y otras ciudades norteamericanas sería testimonio viviente de protesta contra despojos, persecuciones y opresiones inicuas en el solar nativo.


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El acuerdo con las Farc pasó la prueba de fuego de su refrendación por el Senado de la República, mientras sus jefes Rodrigo Londoño, alias Timochenko, y Julián Gallo concedían extensa entrevista televisada en el programa semanal de la revista Semana, sobre toda clase de temas.

Atrás quedaba la discusión sobre la competencia de esa corporación para clarificar su validez y autorizar la vía rápida de sus trámites. Al fin y al cabo, el movimiento se demuestra andando. Como lo hacen estos dos jefes de esa insurgencia, ahora en trance de reconciliación, mientras la susodicha alta corporación legislativa es escenario de auténtica catarata oratoria, con abstención del Centro Democrático, declarada por su jefe, el senador Álvaro Uribe Vélez.

En todo este tejemaneje ha sido y continúa siendo prioritario preservar, incontaminada y sin desmedro, la autoridad superior de la Constitución Política de Colombia, manteniéndola inmune a los conatos de sustituirla o de colgarle perniciosas arandelas. Si algo sigue preocupando a las mentalidades auténticamente democráticas, han sido los repetidos intentos de hacerle injertos de modalidades ajenas a su índole o de torcer el significado de las originales suyas, incrustándoles criterios o prescripciones contrarias a su índole.


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Han venido prevaleciendo en esta época los temas preferentemente institucionales y de orden público. Pero va siendo hora de poner polo a tierra y de ver cómo marchan las cosas cotidianas, deteniéndonos especialmente en los desfallecimientos económicos que se echan de ver en la vida diaria. En la actividad productiva, en los niveles de empleo, en sus realidades y perspectivas.

Hasta ahora, todo se ha ido en subir tasas de interés, sin preocuparse por sus efectos depresivos y resulta que los va teniendo. Si era eso lo que se buscaba, se va consiguiendo, incluso en los niveles de empleo. Como le ocurriera al Brasil. Y todavía falta por ver la realidad de la reforma tributaria, convertida en panacea de bienes incógnitos, váyase a saber si ostensibles o en salmuera.


Abdón Espinosa Valderrama

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