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Internacional

¿Qué pasa por la mente de Putin?

Fuertes explosiones se reportaron en Kiev.

Fuertes explosiones se reportaron en Kiev.

Foto:AFP

La nieta de Nikita Kruschev, conocedora del perfil político, examina las intenciones imperiales. 

La decisión del presidente ruso, Vladimir Putin, de ordenar una invasión a gran escala de Ucrania desafía toda lógica política, incluso su propio razonamiento autoritario endurecido.
Con su asalto no provocado, Putin se une a una larga lista de tiranos irracionales, entre los que destaca José Stalin, quien creía que el mantenimiento de su poder requería una constante expansión de este. Esa lógica llevó a Stalin a cometer horribles atrocidades contra su propio pueblo, incluyendo la provocación de una hambruna que mató de hambre a millones de ucranianos.
Otro asesino de masas del siglo XX, Mao Zedong, declaró famosamente que el poder político sale del cañón de una pistola –o, al parecer, de un misil nuclear–. Mao exigió que mi bisabuelo, el líder soviético Nikita Kruschev, proveyera a China de armas nucleares, para que Mao pudiera mantener efectivamente a sus adversarios, extranjeros y nacionales, como rehenes.
(Debido al interés público que suscitan los hechos entre Rusia y Ucrania, todo nuestro cubrimiento sobre esa invasión y acciones relacionadas tendrá libre acceso para todos los lectores de EL TIEMPO)
Solo un pensamiento similar puede explicar las acciones de Putin en Ucrania. Dice que quiere “desnazificar” Ucrania, pero el sinsentido de esa afirmación debería ser obvio, sobre todo porque el presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, es judío. Entonces, ¿cuál es el objetivo de Putin? ¿Castigar a la Otán destruyendo la infraestructura militar de Ucrania? ¿Instalar un gobierno títere, ya sea reemplazando a Zelensky o convirtiéndolo en un Philippe Pétain ucraniano, el líder colaboracionista de Francia durante la Segunda Guerra Mundial? 
El presidente ruso Vladimir Putin asiste a un Congreso de la Unión de Industriales y Empresarios de Rusia (RSPP) en Moscú, Rusia, el 17 de diciembre de 2021.

El presidente ruso Vladimir Putin asiste a un Congreso de la Unión de Industriales y Empresarios de Rusia (RSPP) en Moscú, Rusia, el 17 de diciembre de 2021.

Foto:EFE / EPA / MIKHAIL METZEL

La respuesta a estas preguntas podría ser afirmativa. Pero la verdadera razón de Putin para invadir Ucrania es mucho menos pragmática y alarmante. Putin parece haber sucumbido a su obsesión impulsada por el ego de restaurar el estatus de Rusia como una gran potencia con su propia esfera de influencia claramente definida.
Putin sueña con una conferencia como la de Yalta y Potsdam, en la que él y sus compañeros líderes de grandes potencias: el presidente estadounidense, Joe Biden, y el presidente chino, Xi Jinping, se repartan el mundo entre ellos. Allí, él y su nuevo aliado chino, presumiblemente unirían sus fuerzas para reducir el dominio de Occidente, y ampliar drásticamente el de Rusia y China. Al igual que el escritor disidente y premio Nobel Aleksandr Solzhenitsyn, Putin ha manifestado desde hace tiempo su deseo de restaurar el reino cristiano ortodoxo de la Rus’ –la base de la civilización rusa– mediante la construcción de una ‘Unión Rusa’ que englobe a Rusia, Ucrania, Bielorrusia y las zonas étnicamente rusas de Kazajistán.
Con la invasión de Ucrania en pleno apogeo, otras antiguas repúblicas soviéticas empezaron a preocuparse, pero, como le aseguró Putin al presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, Rusia no “planea reinstaurar el imperio en las antiguas fronteras imperiales”. Es la nación eslava, que está indebidamente bajo “el control de países terceros (en vez de estar bajo su control)”, lo que tanto le preocupa.
A pesar del esfuerzo de Putin por cumplir la visión de Solzhenitsyn, sus acciones militares se alejan de ella. Incluso en su manía nacionalista, Solzhenitsyn nunca perdió de vista la moral básica. Por mucho que quisiera restaurar la Rusia histórica, es imposible imaginarlo apoyando la matanza de ucranianos (y rusos) en el proceso. Putin, por el contrario, profesa su amor por Ucrania mientras ordena a las fuerzas rusas que bombardeen sus ciudades.
Al parecer, Putin da por sentado que China lo respaldará. Pero aunque lanzó la invasión apenas unas semanas después de concluir algo parecido a un acuerdo de alianza con Xi Jinping en Pekín, las reacciones de los funcionarios chinos han sido muy distantes, con llamamientos a la “moderación”.

La afirmación de
que el 73 %
de los rusos apoya las acciones de Putin en Ucrania es propaganda. Miles en las ciudades están diciendo
‘No a la guerra’ .

Dado que Putin depende casi totalmente de China como apoyo para desafiar el orden internacional liderado por Estados Unidos, mentir a Xi no tendría ninguna ventaja política o estratégica. Eso es lo que resulta tan preocupante: Putin ya no parece capaz de realizar los cálculos que se supone deben guiar la toma de decisiones de un líder. Lejos de ser un socio igualitario, Rusia está ahora en camino de convertirse en una especie de estado vasallo chino.
La invasión de Ucrania también ha alejado a otros aliados y partidarios de Putin. Algunos de sus más fieles acólitos en Occidente, desde el presidente checo, Miloš Zeman, hasta el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, han denunciado sus acciones. Pero, quizás más importante, los delirantes desplantes de Putin han alienado a los rusos. Con su bárbaro asalto a Ucrania, ha sacrificado décadas de desarrollo social y económico y ha destruido las esperanzas que los rusos tenían en el futuro. Rusia será ahora un paria mundial durante décadas.
Cuando llamé a un amigo en Kiev para saber qué estaba pasando, me dijo que los refugios antibombas están abiertos, y que la gente también se está escondiendo en las estaciones de metro. “Muy al estilo de la Segunda Guerra Mundial”, bromeó, antes de señalar lo notable que era que “un hombre que habla tanto del daño que puede hacer la guerra infligiera una guerra a una nación hermana”. Y luego volvió mi pregunta hacia mí: “Dígame usted, ¿qué está pasando. Ustedes, los rusos, son los que siguen eligiendo a este fascista”.
Aunque la percepción es comprensible, no es del todo cierta. Los rusos eligieron a Putin al principio, pero en los últimos años simplemente se han rendido a su gobierno, porque nuestros votos ya no importan. Asimismo, la afirmación de que el 73 por ciento de los rusos apoya las acciones de Putin en Ucrania es pura propaganda. Miles de personas se están reuniendo en las ciudades rusas, diciendo “No a la guerra”, a pesar de las detenciones y la brutalidad policial. Esta vez, parece poco probable que los rusos se rindan en silencio. En los próximos días y semanas, el mundo puede esperar muchas más señales de que los rusos no quieren esta guerra.
El estalinismo no murió hasta que lo hizo Stalin. Lo mismo ocurrió con el maoísmo. ¿Será también el caso del putinismo?
* Profesora de Asuntos Internacionales en The New School, coautora (con Jeffrey Tayler) de ‘Tras los pasos de Putin : en busca del alma de un imperio en las once zonas horarias de Rusia’ (St. Martin's Press, 2019).
Copyright: Project Syndicate, 2022. www.project-syndicate.org
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