Ante el paso restringido en la frontera, los venezolanos se las ingenian para acercarse a recoger entre los destrozos lo que pueda reciclarse. Otros se la juegan y atraviesan con maletas, abandonando el territorio en un éxodo que no tiene fin y mucho menos después de que el régimen de Nicolás Maduro prohibiera la entrada de alimentos y medicinas a Venezuela.
Los 800 kilómetros que separan a Punto Fijo en el Caribe venezolano de Cúcuta, Colombia, los recorrió hace un par de días Guillermo Martínez, para juntarse a más venezolanos que se enfrentaron este sábado con gritos, piedras y miedo, a la guardia del vecino país. Seguramente se gastó los últimos bolívares que tenía para hacer parte de la jornada que pretendía lograr el ingreso de comida y alimentos a Venezuela.
Guillermo Martínez es joven y hace parte de la generación que se está quedando sin nación por cuenta de la acelerada migración y de un régimen que les ha arrebatado las ganas de soñar.
El muchacho hace parte de un grupo que se acercó hasta el Puente Simón Bolívar, en frontera, que arribó este domingo a desmantelar el carrotanque de gasolina que fue quemado del lado venezolano.
Los jóvenes corren de un lado a otro arrancando pedazos de lata que creen pueden vender como chatarra. El lugar está lleno de aceite quemado, piedras, algunos zapatos y pañoletas. Algunos deciden guardan como recuerdo los cartuchos desperdigados en el área donde un día atrás se enfrentaron.
Martínez recuerda lo ocurrido el sábado: “Nosotros seguimos pa’lante. Ellos (la guardia) querían recibirnos a nosotros a plomo y eso que son nuestros paisanos”.
Y nosotros estábamos defendiendo al país para que ellos se pongan en contra de Maduro y se vengan a favor de nosotros, para que Venezuela se pueda algún día acomodar.

Algunos de estos jóvenes participaron en los disturbios del sábado en el puente Simón Bolívar.
Juan Diego Cano / EL TIEMPO
Guillermo repite lo que cuentan los migrantes que llegan o pasan por Colombia: “Allá (refiriéndose a su pueblo) no se consigue nada. Así no aguanta tampoco. No se consiguen ni medicinas ni pañales. A los niños les ponen pañales de trapo”.
El muchacho se aleja para rebuscar entre los escombros de la batalla campal vivida un día atrás, lo que pueda rescatarse. Debajo del puente Simón Bolívar la vida la retoman quienes atraviesan con maletas y enseres el paso prohibido, el río Táchira, para huir de Venezuela a Colombia. El éxodo continúa.

Los venezolanos siguen huyendo de su país, pese a las restricciones en frontera.
Carlos Ortega / EL TIEMPO
Un hombre exhibe una bandera tricolor con siete estrellas y no ocho, como la actual. Se trata de Alí prieto Hernández, nació en Portuguesa y vive en San Cristóbal. “Antes del nefasto socialismo de Hugo Rafael Chávez Frías era nuestra bandera, 7 estrellas y el caballo a la derecha; luego que llega Chávez instala una bandera de ocho estrellas y el caballo a la izquierda. Esta es la bandera que diferencia a los que pensamos en democracia y a los que piensan en tiranía y nepotismo. Nos diferencia una estrella y la dirección del caballo. El caballo de la bandera de Chávez camina hacia la izquierda, el de los que creemos en la democracia camina hacia la derecha”.
Su voz la apagan los gritos “Libertad, Libertad, Libertad… Maduro coño e’ tu madre”. Los vendedores de agua ofrecen bolsas para bajar la temperatura que a las 11 supera los 30°C en ese lugar. Las caras de los venezolanos son las de gente agotada, “delgadita y triste” que sigue abandonando el país vecino para salvarse del hambre.
CARLOS ORTEGA y JUAN DIEGO CANO
Comentar